jueves, 10 de septiembre de 2015

PALABRA Y VIDA: JUEVES 10/09/2015


Jueves 10
Na Sra de
Maravillas; Nicolás;
Btos. Alfonso
y Alonso; Btos.
Francisco Gárate y
Jacinto Orfanell




XXIII del TO.
3º del salterio 
Col 3,12-17/Sal 
150 / Lc 6,27-38


                                       Lucas 6, 27-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis solo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis solo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros».

El mundo se transforma desde el corazón:
Jesús nos ofrece la clave para la transformación del mundo: no reside tanto en el cambio de estructuras, cuanto en el cambio del corazón de las personas. El mundo se transforma cambiando a las personas. Jesús nos propone el amor que vence al odio; la mansedumbre que vence a la injuria; la aceptación de la ofensa que vence a la humillación; la renuncia a lo propio que vence al robo. «Haced el bien, comprended, sed compasivos». En una palabra: «humanizaos», «llenaos de vida». Pero esta es una tarea que no está solo en nuestras manos y que no solo depende de nosotros. Necesitamos la fuerza de lo Alto. Quizás algunos piensen que es tarea imposible. Y lo es, si no abrimos nuestro corázón al Padre celestial, si no somos compasivos como Él, si no nos llenamos del Espíritu.






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