Órishá okó:
órishá okó es la divinidad patrón de los campesinos Yorúbás. El nombre real de la persona que fue deificado, y asociados con los éxitos de la granja, el trabajo y la fertilidad de la tierra, se ha perdido en el tiempo. Pero una leyenda Yorúbá dice, que una vez vivió como jefe en la ciudad de Irawo, y fue expulsado de esa comunidad porque contrajo la lepra, y su benévola esposa decidió irse con él.
Mientras estaba en ese estado, ambos lucharon por mantener el cuerpo y el alma juntos, comprometidos en la caza y en la recolección de frutas. La esposa descubrió que algunas frutas que se comían y botaban en la tierra, germinaban y del nuevo árbol se obtenían las mismas frutas que fueron tiradas. Ella por tanto, comenzó a incrementar las cosechas, y obtener comida para ella y su esposo. Como resultado de comer los productos de la siembra, carne de animales y pájaros que él cazaba, además de emplear los poderes medicinales de las yerbas de los alrededores, el hombre curó la lepra. Ambos regresaron a Irawo, y fueron recibidos alegremente por las personas. Por su mente noble, ellos no retuvieron los conocimientos obtenidos de la recién descubierta ciencia de la Agricultura, sino que se la enseñaron a otras muchas personas que vinieron a aprender de ellos.
Cuando ellos envejecieron y murieron, nunca fueron olvidados por las personas, que hallaron difícil de creer que personas tan nobles pudieran ser separados de ellos. Así ellos reconocieron a estas personas como "aquellos que entraron en lo profundo de la tierra para continuar otra existencia, de aquí el dicho común entre los Yorúbás, Óri.pá okó wolé ni rawo (Óri sá okó entró en el seno de la tierra en la ciudad de. Irawo). Lo asocian con la fertilidad de la tierra, y el éxito del trabajo en el campo. Y así fue como el supremo y su esposa, quienes una vez vivieron en la ciudad de Irawo, fueron deificados.
Existe la confusión entre los Yorúbás, sobre cuál de los dos esposos, se deificó y se llamó Órisá okó ¿Es Órisá okó una deidad masculina o femenina? Del relato anterior, está claro que ambos fueron involucrados en el descubrimiento, así como en los hechos que condujeron a éste, por tanto hay que ver a esto como el resultado de un esfuerzo unido y de cooperación mutua entre el hombre y su esposa. Y se observa que el sacerdocio de Órisá okó, está abierto tanto a los hombres como las mujeres, pero estas últimas son preferidas. Los sacerdotes y sacerdotisas muestran sobre su frente dos líneas verticales, una blanca y otra roja. Las sacerdotisas devotas, son sin embargo más tenaces que los sacerdotes, y ellas forman un tipo de gremio. Estas mujeres poseen una divinidad llamada Agegún Órisá okó, la cual posee a los devotos, tal y como ocurre con el Elegún .Sángó; el
Agegún Órisá okó, vive muy cerca del lugar sagrado de la divinidad, y en ocasiones, actúa como árbitro en las disputas, especialmente donde las acusaciones de hechicerías son concebidas.
Órisá okó es representado por un sostén de hierro cubierto con caracoles, y tiene a las abejas como sus propios sirvientes. Se conoce que cuando el panal o enjambre está volando sobre la cabeza, los devotos de Órisá okó, corren a recolectar agua fresca, la cual vierten sobre la tierra a la intemperie, como una señal de homenaje a la divinidad, y rezan para que todo sea dulce para ellos, y amargo para aquellos que le desean el mal.
Ya que muchos de los Yorúbás dependen de los frutos de la tierra para vivir, ellos le asignaron a Órisá okó un importante papel dentro del panteón Yorúbá. Entre los devotos más formales es común hacer una peregrinación anual a Irawo, para invocar las bendiciones de esta divinidad, y hacer ofrendas. Además del lugar central tradicional en Irawo, hay otros lugares sagrados establecidos en diferentes ciudades y pueblos de Yorúbalándia. Sólo en Ibadán existen más de siete lugares sagrados dedicados a la adoración de Órisá okó, aunque hay un área en la ciudad conocida como Ólorisá okó (Olsooko) que se adjudica el primer lugar sagrado.
A Órisá okó le encanta el pangolín (akika) la chiva, (Ewuré) el pescado llamado eja aborí y el guisado de melón (obé egusi) con ñame aplastado, (iyán) y vino de cereal de guinea (oti seketé). A estos ingredientes de sacrificio, se le añaden además los productos de las granjas, los cuales son ceremonialmente presentados a Órisá okó antes que los hombres y las mujeres puedan comer o venderlos. Durante la adoración de Órisá okó, existe mucho de comer y beber; algunos productos específicos, de la comida y la bebida, como los enumerados, le son ofrecidos primero a la divinidad, y luego a los que están venerándolo, los que comparten entre ellos. Si alguno de los productos necesarios estuviera ausente, sería lo equivalente ofrecer una adecuada adoración.
La ceremonia usual de adoración a Óri.á okó en el festival anual, es interesante y dramática, una enorme cantidad de ñame machacado (íyán) se sitúa en una bandeja grande de madera, alrededor de la cual los sacerdotes y las sacerdotisas se sientan junto a los devotos, ellos golpean la comida, (el ñame machacado) con las palmas de las manos, cantando jubilosa y rítmicamente:
A ó jiyán lonlí : Nosotros comeremos ñame machacado hoy
Iyán : Ñame machacado
A ó jiyán lonlí : Nosotros comeremos ñame machacado hoy
Iyán : Ñame machacado
Iyán tó funfun lèlé : Ñame blanco, blanco machacado
Iyán : Ñame machacado
Iyán a bilèwu lórún : Ñame machacado en una pulpa deliciosa
Iyán : Ñame machacado
A ó jiyán lonií : Nosotros comeremos ñame machacado hoySegbede a se : Habrá mucho regocijo
Iyán o : OH ñame machacado
Después de este dramático ejercicio, el sacerdote o la sacerdotisa, corta una porción del ñame, en un tamaño proporcionado, y lo sumerge en la cazuela del guisado de eguisí de tal forma, que varias bolas de eguisi, se pegarán al ñame. El ó ella sitúan esta porción de Iyán ante la divinidad, sólo después de esto es que los sacerdotes, sacerdotisas, devotos, y el resto de los participantes, pueden comer y beber. Según las creencias de las personas, nadie de los que pertenezcan a este tipo de pacto, pueden participar del nuevo ñame hasta que esta comida ceremonial haya tenido lugar, y parte de la comida haya sido presentada ceremonialmente a la divinidad. En algunos lugares esta ceremonia dura hasta siete días. Los devotos vienen al lugar sagrado diariamente ofreciendo ñame machacado, parte del cual se le ofrece a la divinidad, y el resto se destina y comparte en alimentos públicos.
En algunos lugares de Yorúbalándia, ofrendas similares se hacen a las divinidades que están asociadas con la agricultura. Existen, para citar algunos ejemplos, el festival de Ejé en Itebú en Ilé Olujií. Durante estos festivales, los ñames se cosechan y ofrecen ceremonialmente, primero a las divinidades y después a los ancestros, a los que se le agradece por tener buenas cosechas. Es después de esta ceremonia, donde se ofrece todo esto, en medio del júbilo que se comerá y beberá. Debe señalarse que en Ilé Olujií, no sólo se ofrecen ñames nuevos en esta forma, sino también nueces de kola, las cuales son muy importantes como productos en el área. También se le hacen ofrendas al Oro-Olófin como el Aworo (sacerdote principal). Cada campesino, que ha cosechado nueces de kola durante la temporada, obsequia al sacerdote que representa al Oró-Olófin alguna cantidad de estas, mientras es aclamado: ;Olófin o!. Se cree que nadie conserva las nueces de kola en su casa, y deja de ofrecer algunas a Olófin, tal persona malagradecida, sufrirá grandes pérdidas en ese año. Todo esto es para enfatizar que los campesinos Yorúbás atribuyen el éxito de la cosecha a alguna deidad, que actúa como empleado de Olódúmaré, en su mundo teocrático.
Las ofrendas a la tierra no es culto atribuible sólo a los Yorúbás, también los antiguos canaanitos le daban gracias a Ba'alim (Dios de tierra) el que propiciaba que sus cosechas fueran buenas; la tribu de Sierra Leona, ofrece arroz al Dios de la tierra, el Ashanti de Ghana, hace ofrendas a Asase ya (Diosa de la tierra); el igbo de Anambra y el Imo del estado de Nigeria sacrifican a Ala/Ale, y el Ijaw de los Rivers State, en el sudeste de Nigeria, sacrifican a Amakiri; del mismo modo los Yorúbás hacen su agradecimiento a los éxitos en la agricultura, y ofrecen dar las gracias mediante el sacrificio al comienzo de la temporada de la cosecha a Órisá okó, quien se cree sea uno de los empleados de Olódúmaré, en el mantenimiento y organización del Mundo, especialmente con respecto a la fertilidad del suelo y los productos agrícolas.
Ayélalá, quien se ha convertido en una diosa popular, temida y respetada hoy día por la mayor parte del pueblo de Okitipupa, en la parte occidental de Nigeria y más allá, fue originalmente una esclava, probablemente traída de Ekití o Kisoso, según la tradición, un poblado de Okitipupa. Ella fue devota de varias divinidades. Dice la tradición, que tenía 16 dioses, el más grande de ellos, Órisánlá. Como símbolo de su culto a Órisánlá, ella llevaba sobre su cabeza un moño de pelo.
Ayélalá no era su verdadero nombre. El pueblo de Ilayé y de Iyó, quienes adoraban a Ayélalá, mantienen estricto secreto,
como un ritual, el nombre de la mujer, su madre y su ciudad
natal. El nombre de Ayélalá, como veremos abajo, se le dio a ella en consecuencia de su grito de desamparo, cuando como víctima del sacrificio, estuvo a punto de la muerte.
Entre el pueblo de Ilayé solían mantenerse con patrones de alta moral, el adulterio era considerado un delito horrible, especialmente si un plebeyo tenía una relación ilícita con la esposa de un noble. Tal ofensa era castigada con la muerte.
Sucedió que un Kekó, (plebeyo), cohabitaba con la esposa del Temétanán principal, cuando esto se conoció, y el plebeyo supo que su vida estaba en peligro, corrió hasta igbobíní, un poblado perteneciente al pueblo de Iyó Apoí en Okitipupá para buscar refugio. El pueblo de Iyo Apoí le dio asilo, y le hizo resistencia al ataque del pueblo de Ilayé, quienes querían llevar al plebeyo, a Mahín, su cuartel general, para hacer justicia. Así los Ilayés, y los Iyós, tuvieron ataques y contraataques entre ellos.
Los hombres de bien deseaban buscar una reconciliación de ambos lados: Idogbé, representaba a Ilayé, y Abelekí, representaba a Iyó, hicieron un esfuerzo desesperado por detener las luchas. Ilayé, puso una irrevocable condición, la cual era que si no mataban al plebeyo, debían encontrar un sustituto, porque la sangre debía correr como consecuencia de la ofensa cometida. Iyo estuvo de acuerdo con esto, y comenzó a buscarse la víctima humana. Al fin la mujer llamada Ayélalá fue encontrada y llevada a una cita acordada, conocida ahora como Oritá - Ayélalá, (Unión Ayélalá), donde fue para ser sacrificada.
Antes de que se ofreciera el sacrificio las dos partes estuvieron de acuerdo, en iguales condiciones de conveniencia, ambas partes se reconciliaron, y entraron en ritos ceremoniales. Tenían que ser fieles el uno al otro, no podían planear el mal entre ellos, el robo, la brujería y la hechicería no podían ser practicadas. Ningún Ilayé, o Iyó que tuviera una falta, debía visitar a Ayélalá, para vindicar su culpa.
Los términos del acuerdo se le hablaron en voz alta a la víctima, y se le preguntó si ella castigaría a alguien que no hiciera caso del acuerdo. Ella respondió afirmativamente.
Era práctica entre los Yorúbás, que una víctima humana sacrificada, debía rezar haciendo énfasis en la causa por la cual él o ella, eran sacrificados, y dada como ofrenda, podría traer la prosperidad. De acuerdo con esto, se le pidió a la mujer que rezara. Pero todo lo que ella articuló antes de ser sacrificada fue: "Ayélalá", lo cual en el dialecto Ilayé, quiere decir: "El Mundo es grande o incomprensible" Este fue el grito de desamparo que mostraba que ella estaba siendo dada a la muerte, por la ofensa que otro había cometido. Desde entonces se conoce como la mujer que fue sacrificada y se dio a conocer como Ayélalá. Y este es el nombre con el cual la Diosa se profesa hoy en día.
El proceso por el cual ella se volvió divina, no está totalmente conocido. Pero con toda probabilidad, su divinidad está relacionada con lo que se creyó ser un cumplimiento de un convenio, que ella concedió antes de su muerte, que mataría a cualquiera que incumpliera cualquiera de los términos del acuerdo. La tradición plantea, que muy pronto después del acuerdo, un Iyó hombre que violó uno de los términos del acuerdo, murió de repente, y se le atribuyó a Ayélalá su muerte, debido a la ruptura del acuerdo. Este acontecimiento, y otros similares a éste, iniciaron la creencia en el poder de Ayélalá, lo cual eventualmente, devino en su divinización.
Los hechos que se atribuyeron a juicios inmediatos de Ayélalá, en cualquiera de las violaciones del acuerdo, inculcaron el miedo en las mentes de las personas, y como consecuencia, un justo juego de la justicia se convirtió en el orden del día. Incluso, cosas sin importancia de la vida cotidiana, como el comportamiento de los alimentos y las bebidas, existía la creencia de que Ayélalá se mantenía vigilante. Aún se ve en la práctica cuando dos personas, (un Ilayé y un Iyó), están comiendo o compartiendo cualquier cosa, para cada uno del grupo, decir: "la mía es más grande que la tuya" (Temí ma yu teré o) y su compañero responder tranquilamente: "La Diosa no te matará" (Uma` le o pa). En otras palabras, no tengo rencor contigo, por lo tanto no hay nada para que la Diosa te castigue. Se cree firmemente, que el engaño, en cualquier manera, sería castigado de buena gana.
No pasó mucho tiempo antes de que un lugar sagrado fuera construido para ella en Oritá Ayélalá, y su adoración establecida con firmeza. Como un hecho esencial a destacar aquí, es que un ser humano se ha convertido en Diosa. Justamente como Sángó, del cual hoy en día raramente se piensa que fue un ser humano, así sucede con Ayélalá, ahora se piensa en ella casi siempre como una guardiana de la moralidad y una diosa anti-maldad. Cualquier ruptura de acuerdo, incurre en su disgusto. Brujas, ladrones, perjuros, y otros que hacen el mal, se cree que están bajo el disgusto constante de la diosa, y serán castigados convenientemente.
Está prohibido guardar luto por la muerte de una víctima de Ayélalá. Esto es porque se cree que ella es la diosa que se opone a la maldad, y que ha actuado con justicia; ella, (al igual que Sángó), representa la justicia de Olódúmaré: más bien que el llanto, las personas felicitan a los parientes de la víctima, por la erradicación del mal hecho por esa persona por la diosa, la reina de la justicia y la ajustadora de cuentas, cuyos ojos ven a todos los que hacen el mal.
Se piensa que Ayélalá tiene aliados entre otras divinidades con el propósito de la ejecución de los juicios. Tales divinidades incluyen a Soponnó, (Dios de la varicela), Eminalé, u Oró (Dios de la parálisis), Sángó y para mencionar algunos de ellos. Existió un hombre que practicaba la hechicería sobre su hija, como resultado de esto ella estuvo a punto de la muerte. Cuando Ayélalá vio la maldad decidió matar al hombre. El hechicero inteligente se convirtió en una hormiga, y se introdujo en un barril que contenía aceite de palma, sintiéndose completamente seguro, puesto que él conocía que Ayélalá no tocaría el aceite de palma. Pero Ayélalá lo engañó con astucia, pidiéndole a Oba Oluwáiyé, también llamado Soponnó, (Dios de la varicela) a quien le encanta el aceite de palma, que bebiera todo el barril hasta dejarlo seco. Esto fue hecho, y a la hormiga la cogieron y la mataron. De esta forma el hechicero malvado fue ejecutado por Ayélalá, con la cooperación de Soponnó.
De esta forma se cree que Ayélalá ayuda a mantener la comunidad limpia y sana. Y esto lo hace, para señalar a través de las aflicciones, o la muerte a la gente malvada en la comunidad, y de esta forma ella mantiene en jaque a aquellos que son propensos a la práctica del mal. En donde quiera que la creencia de Ayélalá está fuertemente arraigada, las personas le temen al vicio, al robo, la mentira, el engaño, envenenamiento, el uso de encantamientos, o de la brujería. Como consecuencia de esto, y en los días que han pasado antes de la introducción de la civilización Occidental, las personas de Okitipupa en general, y las de Ilayé e Iyó en especial, son tenidas en una gran estima, por su integridad y honradez.
El principal lugar sagrado de Ayélalá está situado en Oritá Ayélalá, el verdadero lugar donde la víctima, posteriormente llamada Ayélalá, fue sacrificada en el siglo XIX, antes de la abolición del sacrificio humano. Esta es una isla muy pequeña, la cual está a sólo unas pocas pulgadas sobre el nivel del mar, y sobre la cual el agua marcha donde Mahin, Igbokodá, y Abotó convergen. Aquí se erigió un pequeño cobertizo, primeramente con techo de guano, pero ahora con chapas acanaladas de hierro, las que protegen al altar de la lluvia y el sol. Sobre el altar se hayan 5 cowries, (caracoles eyowo), una pluma roja de loro, una pieza de yeso natural, (gboró efun), algunos cocos o nueces, y algunos pedazos de medio kobo (eepinní) todo puesto en un plato blanco. Hay también ginebra en una botella, y un gongo o campana (agogo). Estos objetos están con una cortina con un pedazo de tela blanca.
Las ofrendas ordinarias incluyen: semillas de nueces, cocos, ginebra o vino seco, Oti, yeso natural o cascarilla (efun); otros incluyen en pollos, chivos, cerdos. Cantidades definidas de dinero, que se requieren siempre para ofrendas, esto es a lo que se llama tradicionalmente, egberún Ilayé y egberún Iyó. Los pájaros y animales vivos que se le ofrendan a Ayélalá, merodean por toda la isla sagrada y nadie intentará robarse alguno de ellos. Ellos pertenecen a Ayélalá, y sólo ella los regala a quien ella desea. Por ejemplo, si uno de los pájaros sagrados se posa y permanece sobre la canoa de un visitante, esto puede ser tomado como señal que Ayélalá quiere que el visitante tenga el pájaro como un regalo de ella.
Además del principal lugar sagrado descrito anteriormente los lugares sagrados de Ayélalá se encuentran en muchos lugares, las personas que buscan la protección de Ayélalá tienen lugares sagrados siempre en su casas. Pero existen también lugares sagrados públicos, construidos al aire libre, posiblemente cercano a un río. A todo lo largo de estos lugares sagrados existe una vara larga, que sostiene una pieza de tela blanca, como símbolo de la pureza, representando la pureza que la vida requiere por Ayélalá en la comunidad.
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