VI del TO
2° del salterio
Gén 4,1-15.25 /Sal
49/ Mc8,11-13
Sábado 16 Febrero
Camila de San José
Rolón; Bto. José
Allamano
En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación». Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
No caminar con dobles intenciones
Hay dos actitudes para caminar por la vida: una es la confianza, aprender de todo y de todos, escoger lo mejor de cada paisaje e incorporarlo a nuestra vida; otra, en cambio, es la desconfianza, pedir siempre pruebas fehacientes, sin fiarse de nadie. Como la de aquel grupo de fariseos, observantes ellos, que no se fían de Jesús, y acuden a él no para aprender sino para ponerlo a prueba. Le piden a Jesús «un signo del cielo», una visión extraordinaria, un milagro. Pero Jesús no les da esa oportunidad: ve cómo el fondo de su corazón no es un fondo limpio. Y por eso nos habla de «esta generación», la generación de los que caminan por la vida con dobles intenciones, colocando trampas para descolocar al prójimo. Jesús se embarca de nuevo y se va a la otra orilla. Hay que jugar limpio, hay que relacionarse sin ese doble sentido de las «dobles intenciones». Aquellos fariseos no buscan a Jesús, buscan espectáculo. No abren su corazón para la acogida sino para el rechazo.
«Si no eres dulce y humilde, no has aprendido nada de Jesús. Y es la única cosa que él quiere que aprendas», dice una máxima cristiana. Señor, haz que nuestro corazón se abra a Ti en abanico de confianzas infinitas.
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