lunes, 3 de agosto de 2015

INMIGRACION: UNA FAMILIA UNIDA ES MÁS IMPORTANTE QUE EL DINERO



UNA FAMILIA UNIDA ES MÁS IMPORTANTE QUE EL DINERO

Las historias de los inmigrantes pueden variar, pero la mayoría tienen algo en común, como se ve en los ejemplos de George, Rachel y Patricia. La familia sufre cuando se deja atrás al cónyuge o a los hijos, y pueden pasar años hasta que todos vuelvan a reunirse. En el caso de George pasaron más de cuatro años.
Rachel finalmente volvió a Filipinas para buscar a su hijita después de haber estado separada de ella por casi cinco años. Patricia, por su parte, llegó a España con su bebé en brazos. "Ella es todo lo que tengo —dice—, así que trato de cuidarla lo mejor posible."
Muchos inmigrantes no vuelven a su país a pesar de la soledad, los problemas económicos y la larga separación de sus seres queridos. ¿Por qué? Porque han invertido tanto que, cuando las cosas salen mal, no tienen el valor de cortar por lo sano, regresar a casa y sufrir posibles humillaciones.
Allan, de Filipinas, tuvo el valor de regresar. Aunque había encontrado un buen empleo en España, al año y medio ya estaba de vuelta en casa. Él explica: "Extrañaba demasiado a mi esposa y a mi nena. Así que decidí que no trabajaría nunca más en el extranjero si no podía llevármelas conmigo; y con el tiempo, eso fue lo que hice. La familia es muchísimo más importante que el dinero".
Patricia descubrió otra cosa que es más importante que el dinero. Cuando  llegó a España, llevaba con ella un Nuevo Testamento. "Era mi amuleto —recuerda—. 
Patricia comprendió que la felicidad verdadera y la esperanza de un futuro mejor no dependen del lugar donde uno viva ni del dinero que uno tenga, sino de conocer a Dios y su propósito para la humanidad (Juan 17:3). Entre otras cosas, aprendió que Dios tiene nombre: Jesú (Salmo 83:18). También aprendió en la Biblia que él pronto eliminará la pobreza mediante su Reino, un gobierno en manos de Jesucristo (Daniel 7:13, 14). Jesús "librará al pobre que clama por ayuda, también al afligido y a cualquiera que no tiene ayudador. De la opresión y de la violencia les redimirá el alma", nos asegura Salmo 72:12, 14.
Este libro de sabiduría divina le ayudará a darle el primer lugar a lo que es más importante, a tomar buenas decisiones y a afrontar las dificultades con ánimo y esperanza (Proverbios 2:6-9,20, 21). ■








PALABRA Y VIDA: LUNES 03/08/2015






lunes
Lidia; Nicodemo;
Cira; Gustavo; Bto.
Francisco Bandrés




XVIII del T.O.
2° del salterio
Núm 11,46-15/Sal 
80/ Mt 14,13-21

                               Mateo 14,13-21

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer». Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer». Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces». Les dijo: «Traédmelos». Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

La felicidad de las comidas
Vemos en muchos pasajes el interés de Jesús por comer con los demás. Da una gran importancia a la comida. Primero, porque es la primera necesidad del ser humano para poder vivir; segundo, porque compartiendo mesa, compartimos la palabra, los sentimientos, los puntos de vista que nos entrelazan; tercero, porque en una comida, siempre, si somos invitados recibimos cariño, y si somos nosotros los que invitamos, debemos dar también nuestro afecto. Por eso, en muchas ocasiones, contemplamos a Jesús celebrando comidas, que son siempre comidas compartidas, comidas rebosantes de humanidad, en las que se plantean temas difíciles sobre los que el Señor proyecta luz para que puedan ser comprendidos. En la «multiplicación de los panes», Jesús sacia el hambre pero, sobre todo, congrega a la gente, convirtiéndolos a todos en familia que comparte sus vidas.


Señor, necesitamos todos el alimento del cuerpo, pero, ojalá, en nuestras comidas, recibamos también afecto, luz, fuerza, acompañamiento, todo lo que Tú nos ofreces en banquete eucarístico.



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