lunes, 3 de agosto de 2015

PALABRA Y VIDA: LUNES 03/08/2015






lunes
Lidia; Nicodemo;
Cira; Gustavo; Bto.
Francisco Bandrés




XVIII del T.O.
2° del salterio
Núm 11,46-15/Sal 
80/ Mt 14,13-21

                               Mateo 14,13-21

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer». Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer». Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces». Les dijo: «Traédmelos». Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

La felicidad de las comidas
Vemos en muchos pasajes el interés de Jesús por comer con los demás. Da una gran importancia a la comida. Primero, porque es la primera necesidad del ser humano para poder vivir; segundo, porque compartiendo mesa, compartimos la palabra, los sentimientos, los puntos de vista que nos entrelazan; tercero, porque en una comida, siempre, si somos invitados recibimos cariño, y si somos nosotros los que invitamos, debemos dar también nuestro afecto. Por eso, en muchas ocasiones, contemplamos a Jesús celebrando comidas, que son siempre comidas compartidas, comidas rebosantes de humanidad, en las que se plantean temas difíciles sobre los que el Señor proyecta luz para que puedan ser comprendidos. En la «multiplicación de los panes», Jesús sacia el hambre pero, sobre todo, congrega a la gente, convirtiéndolos a todos en familia que comparte sus vidas.


Señor, necesitamos todos el alimento del cuerpo, pero, ojalá, en nuestras comidas, recibamos también afecto, luz, fuerza, acompañamiento, todo lo que Tú nos ofreces en banquete eucarístico.



domingo, 2 de agosto de 2015

PALABRA Y VIDA: DOMINGO 02/08/2015







Eusebio de Vercelli;
Pedro J. Eymard; Nª
Sra. de los Ángeles;
Pedro de Osma;
Esteban I
T IV 2° del salterio
Éx 16,2-4.12-15/ 
Sal 77 / Ef 4,17.20
24 /.1n 6,24-35



                                     Éxodo 16,2-4.12-15

En aquellos días, la comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad». El Señor dijo a Moisés: «Yo haré llover pan del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba a ver si guarda mi ley o no. He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: "Hacia el crepúsculo comeréis carne, por la mañana os saciaréis de pan; para que sepáis que y.;:i soy el Señor, vuestro Dios"». Por la tarde, una banda de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana, había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino, parecido a la escarcha. Al verlo, los israelitas se dijeron: «¿Qué es esto?». Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: «Es el pan que el Señor os da de comer».

Salmo 77
El Señor les dio un trigo celeste.


Efesios 4,17.23-24
 
Hermanos: Esto es lo que digo y aseguro en el Señor: que no andéis ya como los gentiles, que andan en la vaciedad de sus criterios. 
Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo, si es que es él a quien habéis oído y en él fuisteis adoctrinados, tal como es la verdad en Cristo Jesús; es decir, a abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos seductores, a reno varos en la mente y en el espíritu y a vestiros de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
1

Juan 6,24-35
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». Jesús les contestó: «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios». Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?». Respondió Jesús: «La obra que Dios quiere es esta: que creáis en el que él ha enviado». Le replicaron: «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo"». Jesús les replicó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed».

Buscar el alimento superior
la gente busca a Jesús porque necesita alimentarse, porque acaso la primera preocupación nuestra será siempre la de no pasar necesidad. Pero Jesús inmediatamente les descubre que existe un alimento superior: no basta el interés por la comida, necesaria de todo punto, sino que hay que buscar lo que es determinante, «la vida eterna», la vida que nos transforma y cambia el mundo. Y proclama abiertamente: «Yo soy el pan de vida». El amor a Jesús, la adhesión a su persona, la escucha de sus palabras, el seguimiento de sus pasos, los valores de su reino —verdad, amor, justicia, libertad—, será lo que sacie nuestra hambre y nos abra de par en par las puertas de nuevos medios para solucionar el hambre. El alimento espiritual será clave para el alimento corporal.





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