viernes 7
Sixto y comp. /
S. Cayetano, m.I.
Alberto de Trapani;
Jordán Forzaté
XVIII del T.O.
2° del salterio
Dt 4,32-40 / Sal 76/
Mt 16,24-28
Mateo 16,24-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto llegar al Hijo del hombre con majestad».
Pinceladas del seguimiento a Jesús
Con sencillez, con profundidad, Jesús plantea uno de los grandes temas: el del seguimiento de su vida y de sus caminos. Primero, la libertad: «el que quiera venirse conmigo...»; segundo, «hay que cargar con la cruz», será un seguimiento duro, hasta la muerte; tercero, una infinita esperanza por el gran premio, más allá de las posesiones y honores humanos. Y nos lanza esa pregunta que sirvió de argumento a san Ignacio de Loyola, en sus diálogos con san Francisco Javier: «¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?». Jesús nos traza su camino que tiene un estilo especial: la entrega a su Persona, el amor a Dios y al prójimo, el dolor que conlleva la defensa de los valores divinos y humanos: la defensa de la verdad, la implantación de la justicia, la solución de los problemas para que brote la paz verdadera.
Jesús fue definido como un ser para el Otro, un ser para los demás. La comunión, la comunicación, la apertura lo definen por sí mismo. Comunión con el Padre, comunión con los hermanos y hermanas. En la oración, en la misericordia, en el perdón, en la denuncia de toda marginación o privilegio.
jueves
Transfiguración
del Señor, f.
Hormisdas; Justo
y Pastor; Bta. Ma
Francisca de Jesús;
Bto. Pablo VI
Oficio de la T.
Dan 7,9-10.13-14 /
Sal 96 / 2Pe 1,16-19
/ Mc 92-10
Marcos 9,2-10
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».
Jesús, la palabra definitiva
¡Cuántas veces hemos escuchado, contemplado y meditado la escena de la Transfiguración del Señor! Es, sin duda, un manantial de luz y de enseñanzas. Primera, el horizonte de esperanza que abre a nuestras vidas, tras el tránsito por los caminos de la historia; segunda, la voz del Padre celestial, presentándonos a su Hijo; tercera, esa invitación —«escuchadle»-, porque Cristo es la palabra definitiva de la historia, en la que Dios «nos lo habló todo junto y de una sola vez... y no tiene más que hablar», como leemos en san Juan de la Cruz. Por eso, buena parte de la tarea de un cristiano ha de ser la «escucha» de las palabras de Jesús y acaso también, en muchas ocasiones, sus susurros. En el silencio de nuestras vidas y en lo profundo de nuestro corazón, Él nos habla, nos invita, nos conforta, nos ilumina.
Señor, abre mis oídos de par en par para que resuene con fuerza tu Palabra, y esos mil susurros que colocas como rocío mañanero en mi alma: el consejo de un amigo, el lamento de un herido, la silueta rota y sangrante de un hermano.