martes, 15 de septiembre de 2015

PALABRA Y VIDA: MARTES 15/09/2015



martes 15
Na Sra. de los
Dolores, m.o.
N° Sra. del Camino;
Catalina; Nicomedes





XXIV del 1:0
40 del salterio
1Tim 3,1-13 /Sal 100
/ Lc 7,11-17 (o bien:
Heb 5,7-9/Sa130/In
19,25-27 [Lc
2,33-35])


                           lucas 7,11-17

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores». Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!». El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo». La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.


«A ti te lo digo, ¡levántate!»
La escena es conmovedora. En Naín ha muerto un joven, hijo de una mujer viuda. Jesús se acerca al entierro, al oír el griterío de las plañideras. Vemos los compases de la actuación del Señor, que se repiten constantemente en el desarrollo de su misión: primero, ese «no llores» a la pobre mujer, para consolarla; segundo, la solución eficaz al problema real: «joven, a ti te lo digo, ¡levántate!»; tercero, la generosidad y el enriquecimiento personal que Jesús busca y ofrece siempre: «se lo entregó a su madre». El cristianismo, en su entraña más viva, busca la solución de nuestros problemas, a través del amor. Dios quiere que seamos felices, que no tengamos hambre, que curemos nuestras enfermedades, que nos relacionemos como hermanos. Dios ofrece vida, salud, salvación, esperanza, solución para todos los interrogantes de nuestra vida.


Levántanos, Señor, y resucítanos de nuestras muertes, de nuestras caídas, de tantas derrotas como llegan a nuestros pasos y a nuestro corazón! A tu voz, saldremos de esas cajas pequeñas que nos sepultan, donde todo es oscuridad, muerte y esclavitud. Queremos vivir y resucitar cada día.







PALABRA Y VIDA: LUNES 14/09/2015



lunes 14
Exaltación de la 
Santa Cruz, f. 
Cruz; Crescenciano;
Salustia; Víctor





Oficio de la f
Núm 21,41)-9 / Sal
77 / Flp 2,6-11 /Jn 
3,13-17




                                  Juan 3,13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna». Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.


El misterio de la cruz
Hoy dirigimos nuestra mirada a la cruz de Cristo, en la fiesta de su Exaltación. Ante todo, es un misterio. ¡Y cuánto pesa este misterio! La cruz de Cristo antes que «misterio de amor» es sencillamente misterio. Misterio sin más, misterio desnudo. No pretendamos abarcarlo. Arrodillémonos ante ella, y adoremos lo que la cruz significa. Por eso, la Iglesia canta en tiempo de pasión: «¡Resplandece el misterio de la cruz!». El misterio de la cruz, lo que ella significa, debe hacerse vida en nosotros, carne y sangre nuestras, entrega y sacrificio. Debe hacerse Pascua. Porque la cruz no solo es entrega, sacrificio y muerte; es, ante todo, vida, triunfo, resurrección. La cruz es Pascua. ¡Oh Cruz, misterio de amor, de entrega sin condiciones!

La fuerza y la luminosidad de la cruz provienen o dimanan de aquel que pende de ella. «Mi fuerza y mi fracaso eres Tú, mi herencia y mi pobreza; mi muerte y mi vida. Tú, palabra de mis gritos, silencio de mi espera, testigo de mis sueños, ¡cruz de mi cruz!».








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