domingo, 20 de septiembre de 2015

PALABRA Y VIDA: DOMINGO 20/09/2015


XXV del Tiempo Ordinario

Domingo 20
Andrés Kim, Pablo
Chong y comp.;
Agapito I; José María
Yermo y Parres




lº del salterio
Sab 2,12.17-20 /Sal
53 /Sant 3,16-4,3 / 
Mc ( 9,30-37


                       Sabiduria 2,12,17-20

Se dijeron los impíos: «Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él». 


Salmo 53
 El Señor sostiene mi vida.


Santiago 3,16-4,3
Queridos hermanos: Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia. ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada; os combatís y os hacéis la guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones.


Marcos 9,30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará». Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó : «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».


Retrato de los apóstoles
Esta página del evangelio nos ofrece un retrato de cómo eran los apóstoles durante la vida de Jesús: ignorantes, cobardes, llenos de miedo, obstinados. Jesús les descubre cuál va a ser la trayectoria de su vida, les habla de la pasión, de la muerte y de la resurrección. Y ellos, mientras tanto, pensando en honores y en primeros puestos. Tardarán mucho en captar el acontecimiento central del evangelio. A veces, sin darnos cuenta, a nosotros puede ocurrirnos lo mismo. No acabamos de ver la trayectoria de un cristiano: seguir a Jesús, cumplir la voluntad de Dios, aceptar y cargar con la cruz, llegar incluso a la muerte en testimonio de nuestra fe, para desembocar en el triunfo de la resurrección. Sentimos miedo de las ofertas de Dios y nos aferramos con fuerza a las ofertas de los hombres. Pensamos más en la escala de los honores y de las importancias humanas, que en nuestra generosa entrega a la voluntad de Dios.

Señor, la vida es un don y hemos de realizarla conforme al guión que nos entregas para lograr así nuestra plenitud, nuestra felicidad. Morir a nosotros mismos, a nuestros afanes mundanos, a nuestras escalas de valores, para adentramos en ese otro mundo de unas cruces que nos abren al esplendor de tu gloria.







sábado, 19 de septiembre de 2015

PALABRA Y VIDA: SÁBADO 18/09/2015



Sábado 19
S. Jenaro, m.I.
María de Cervelló;
Emilia Mª
Guillermina de
Rodat; Pomposa;
Alfonso de Orozco



XXIV del TO.
4º del salterio
1Tim 6,13-16/Sal
99 /Lc 8,4-15



                         Lucas 8,4-15

En aquel tiempo, se juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno». Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga». Entonces le preguntaron los discípulos: «¿Qué significa esa parábola?». Él les respondió: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, solo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es este: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando».

La buena semilla y la tierra que la acoge
Nuestra vida irradia tres hermosos destellos: somos caminantes, sembradores y testigos. Caminantes que avanzan a sus metas más preciadas; sembradores que arrojan mil semillas en la besana del mundo; testigos que realizan los hermosos proyectos que Dios nos encomienda. Jesús es el caminante, el sembrador y el testigo por excelencia. Dos reflexiones ante la parábola: primera, nosotros, como sembradores, ¿sembramos lo que tenemos que sembrar con lenguaje claro e inteligible? Segunda reflexión: ¿cómo es nuestra tierra para acoger la Palabra: tierra de camino, tierra pedregosa o tierra con cardos?








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