Miercoles 30
S. Jerónimo, m.o.
Honorio: Gregorio el
Iluminador
XXVI del T.O.
2° del salterio
Neh 2,1-8 / Sal 136
/Lc 9,57-62
Lucas 9,57-62
En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia». Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios».
Condiciones para ser verdaderos discípulos
El discípulo de Jesús ha de tomarse en serio su seguimiento. Porque Jesús nos pone condiciones a la hora de seguirle: primera, estar dispuestos a perder seguridades, instalaciones y dignidades; segunda, acaso renunciar también a convicciones religiosas tradicionales, que eso es lo que significa renunciar a enterrar al propio padre, ya que para los piadosos judíos de entonces el último servicio a los muertos era considerado como la cima de todas las buenas obras de la ley; tercera, renunciar a las ataduras que nos impiden el servicio incondicional al reino de Jesús. Ser discípulos de Jesús supone libertad, renuncia, seguimiento fiel.
Señor, haznos libres para seguir tus caminos, para realizar tu misión, para seguirte siempre, superando mil dificultades y obstáculos. Lo mejor será que nos ofrezcas tu mano, para que así, llevados de tu mano, podamos caminar mejor.