viernes, 2 de octubre de 2015

PALABRA Y VIDA: VIERNES 02/10/2015


viernes 2
Stos. Ángeles
Custodios, m.o.
Saturio; Eleuterio; 
Olegario






XXVI del T.O.
2° del salterio
Bar 1,15-22 /Sal 78
 / Lc 10,13-16 (o bien: 
Éx 23,20-23a /Sal 
90 / Mt 18,1-5.10)


                                  Lucas 10,13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».

El ángel que custodia nuestra vida
El evangelio nos ofrece las palabras de Jesús identificándose con sus discípulos: «quien a vosotros os escucha, a Mí me escucha». La liturgia de la Iglesia celebra la fiesta de los santos Ángeles custodios, de los que nos hablan los santos Padres. Son los ángeles que cada uno llevamos a nuestro lado desde el día de nuestro nacimiento: «Cada uno de los fieles tiene a su lado un ángel como educador y pastor que le dirige su vida», nos dirá san Ambrosio. ¡Qué buena falta nos hace un ángel a nuestro lado! Y no solo para que nos preserve de los peligros, sino para que nos aliente en nuestro caminar, para que nos infunda esa ilusión, esa paz, esa alegría que todos necesitamos para seguir caminando. En muchas ocasiones, habremos notado su presencia.


Señor, haz que sintamos en nuestras vidas la presencia de ese ángel custodio que nos ofreces en nuestra vida. Que sepamos gozar de su presencia, escuchar sus consejos y hacerle caso en las sugerencias invisibles que transmite a nuestro corazón.






jueves, 1 de octubre de 2015

PALABRA Y VIDA: JUEVES 01/10/2015


Jueves 1
Sta. Teresa del
Niño Jesús, m.o.
Remigio; Benito;
Julia; Montana;
Verísimo





XXVI del T.O.
2° del salterio
Neh 8,1-4a.5-
6.76-12 /Sal 18 / Lc
10,1-12


                             Lucas 10,1-12
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios". Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, ;salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos ;sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios". Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo».



Aquellos primeros enviados
Imaginemos primero su ilusión tras la llamada del Maestro. Imaginemos su disposición interior, su emoción a la hora de ponerse en camino. No han realizado grandes cursos de formación, ni tampoco llevan su equipaje estudiadas programaciones. Pero eso sí: el amor de Jesús se ha ido derramando en sus corazones, un amor dispuesto a la entrega generosa. Y será ese amor el argumento central de su predicación. Un amor que se hace palabra cercana, curación eficaz, paz auténtica en relaciones abiertas a una fraternidad que hará del mundo un nuevo escenario para el trabajo y la convivencia.








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