martes, 27 de octubre de 2015

PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL MARTES 27/10/2015




martes 27
Frumencio; Vicente, 
Sabina y Cristeta






XXX del ro.
2° del salterio
Rom 8,18-25/Sal
125 / Lc 13,18-21




                                                  Lucas 13,18-21
          
En aquel tiempo, Jesús decía: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas». Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta».


Elogio de Cristo a tres virtudes
La parábola del grano de mostaza y de la levadura encierran el elogio de Cristo a tres virtudes cristianas: la humildad, la pequeñez, la sencillez. Cristo no nos habla de los poderes externos, a través de los que puede dominarse la sociedad. Todo lo contrario. Nos plantea cómo hemos de transformar el mundo: con la pequeñez del grano de mostaza que se entierra o de la levadura que se funde con la masa. Será nuestra «fusión» con la realidad, portadora de Dios, de los valores de su reino, la que haga posible la verdadera transformación. Nosotros ponemos de nuestra parte algo tan sencillo como nuestra vida y nuestro corazón. Y Dios pone su mano, su gracia, que realizará ese crecimiento inmenso de una semilla, hasta convertirse en árbol que acoge las aves del campo. A la humildad y a la sencillez, seguirá el asombro.


Dios no quiere solo tus obras. Dios no quiere solo tus oraciones. Dios no quiere solo tu santidad. Dios solo quiere tu amor. La humildad, la sencillez, la pequeñez de nosotros mismos.







lunes, 26 de octubre de 2015

PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL LUNES 26/10/2015




lunes 26
Evaristo; Bernardo; 
Rogaciano






XXX del TO.
2° del salterio 
Rom 8,12-17 / Sal 
67 / Lc 13,10-17



                                 Lucas 13, 10-17
Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: «Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados». Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años,¿no había que soltarla en sábado?». A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.


La persona y su dolor es lo primero
El principio es claro y la lección para nosotros tendrá siempre rabiosa actualidad: el jefe de la sinagoga antepone la observancia de las leyes, según su interpretación, a la vida misma de las personas. Jesús, en cambio, impone las manos y cura a aquella mujer encorvada para que quede en claro la misericordia de Dios, la importancia de una vida ante las observancias humanas, llevadas al extremo. Jesús, además, echa en cara a aquellos fundamentalistas la sinrazón de sus actitudes: la liberación del sufrimiento humano, la ruptura de las cadenas que esclavizan, la persona humana, es lo primero y lo más importante. Jesús mira con amor infinito las situaciones humanas, mira nuestro corazón dolorido. Y, enseguida, extiende sus brazos para devolvernos la salud, la libertad, la paz.


Señor, queremos mirar siempre, lo primero de todo, el corazón de nuestros hermanos, descubrir sus males, detectar sus problemas más hondos, para extender nuestras manos y curar sus heridas.








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