martes, 1 de diciembre de 2015

PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL MARTES 01/12/2015


martes 1
Eloy; Edmundo
Campion; Nahún; 
Bta. Clementina
Anwarite; Bto. Carlos
de Foucauld





Iº de Adviento.
lº del salterio
Is11,1-10/5a171
Lc 10,21-24



                               Lucas 10,21-24
En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar». Y volviendo a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron».


«Ya todo es gracia»
Jesús nos ofrece una de sus palabras preferidas, convertida en plegaria al Padre: la palabra gracias, la gratitud. «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra...». Primero nos llegarán los dones, que hemos de captar y saborear; y junto a los dones, brotará nuestra gratitud. La frase final de la novela Diario de un cura rural, se centraba en este mensaje: «Ya todo es gracia». Saber y ser conscientes de que la gratuidad es clave en nuestra relación con el Señor; saber, al mismo tiempo, dar las gracias por la gracia recibida. «¡Qué más da, ya todo es gracia!», musitaba aquel personaje al final de su vida. Esa conciencia de que Dios es regalo infinito nos hará ser más humildes, confiados y agradecidos. Y, además, abrirá nuestro corazón a las alturas para ser siempre buenos receptores.


Señor, te doy gracias por tantos dones recibidos que ni siquiera yo puedo contarlos. Haz que los reciba y los viva, con sencillez, humildad y gratitud. 





lunes, 30 de noviembre de 2015

PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL LUNES 30/11/2015




lunes
S. Andrés, 
apóstol, f. 
Zósimo; Bernaldo:
Cutberto; Justina




Oficio de la f
Rom 10,9-18/Sal 
18 / Mt 4,18-22




                              Mateo 4,18-22

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.


Todos esperamos una llamada
Solemos decirlo en el lenguaje coloquial: «Estoy esperando una llamada». Quizás no hemos pensado que, en algún momento, esa llaMada puede ser de Dios. A lo mejor no es por teléfono sino en vivo y en directo, en un día de retiro y de silencio: «Ven, sígueme». O, después de un gran fracaso, cuando apenas si tenemos fuerzas para levantarnos: «¿Qué haces ahí tumbado en el suelo, derrotado, desanimado? Ven conmigo». O, tal vez, ante una encrucijada difícil de nuestra vida, entre nubes amenazantes: «Piensa un poco. La vida hemos de jugarla siempre a una carta». Andrés escuchó la llamada del Señor y la siguió inmediatamente. Después, sería el primero en dar su vida por el Maestro, muriendo en una cruz en forma de aspa. Andrés fue un hombre de palabra radical y entrega generosa.


Señor, haz que escuchemos tu voz, que nos traerá siempre brisa de invitación. No importa dónde ni cuándo. Tu voz nos adentra en el mar de la felicidad.




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