DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
Santos Martín de Braga ob, Juan Nepomuceno pb mr
Papa Francisco: Jesús es nuestro amigo, nuestro hermano. El que nos ilumina en nuestro camino. Y así lo hemos acogido hoy. Esta es la primera palabra que quisiera deciros: alegría. No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Sigamos a Jesús. Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que Él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar a este mundo nuestro. y, por favor, no os dejéis robar la esperanza. He aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz. ¿Por qué la cruz? Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del
mundo, también el nuestro, el de todos nosotros, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios. El Domingo de Ramos es la Jornada de la Juventud. Y esta es la tercera palabra: Jovenes, un corazón joven, incluso a los setenta, ochenta años. Corazón joven. Con Cristo el corazón nunca envejece. Los jóvenes deben decir al mundo: Es bueno seguir a Jesús; es bueno el mensaje de Jesús; Es bueno salir de uno mismo, a las periferias del mundo y de la existencia, para llevar a Jesús.
Tres palabras alegría, cruz, jóvenes.
Procesión:
Jesús iba hacia Jerusalén, marchando a la cabeza. Al acercarse a Berfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó
a dos discípulos diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente: al entrar encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía.
Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿por qué lo desatáis?", contestadle: " El señor lo necesita"». Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron: «¿Por qué desatáis el borrico?». Ellos contestaron: «El Señor lo necesita». Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos, y le ayudaron a montar. Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. Y cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos por todos los milagros que habían visto, diciendo: «¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor!. Paz en el cielo y gloria en lo alto». Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Él replicó: «Os digo, que si estos callan, gritarán 1as piedras».
MISA DEL DÍA
⦁ Isaías 50,4-7: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
⦁ Salmo 21,8-9.17-24: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
⦁ Filipenses 2,6-11: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó
sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble —en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo—, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
⦁ LUCAS 23,1-49: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas. El senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados se levantaron y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.Y se pusieron acusarlo diciendo: «Hemos comprobado que este anda amotinando nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey». Pilato preguntó a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Él le contestó: «Tú lo dices». Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: «No encuentro ninguna culpa en este hombre. Ellos insistían con más fuerza diciendo: «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí». Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se .lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante
tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra. Estaban allí los sumos sacerdotes y los letrados acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo: «Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido; ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré». Por la fiesta tenía que soltarles a uno, ellos vociferaron en masa diciendo: «¡Fuera ese! Suéltanos a Barrabás!. (A este lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio). Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando: «¡Crucificalo, crucifícalo!. Él les dijo por tercera vez: «Pues, ¿qué mal ha hecho este?. No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré». Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío. Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús. lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo; Hijas de jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán:"Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado". Entonces empezarán a decirles a los montes:
"Desplomaos sobre nosotros" y a las colinas: "Sepultadnos."; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?».
Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con
Él. Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».Y se repartieron sus ropas echándolas a suerte. El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro le increpaba: ..................
«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio?. Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; En cambio, este no ha faltado en nada».Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino».Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso». Era ya eso de mediodía y vinieron las nieblas sobre toda la región, hasta la mediatarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio.Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu»
dicho esto, expiró.
El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo: «Realmente, este hombre era justo».Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvian dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
CRISTO JESÚS, comienza la Semana de la Misericordia: mientras unos te aclaman como Rey y Señor, otros traman tu muerte, la que posiblemente apoyen con sus gritos ante Pilato quienes hoy te vitorean. Yo quiero permanecer siempre en tu amor y en tu alabanza. Tú eres mi Dios y mi Rey. Lo proclamo de palabra, y quiero, con tu gracia, dar testimonio de ello ante el mundo. (Sigue tu oración personal).