jueves, 12 de mayo de 2016

MUNDO MÍSTICO YORUBA: 2º CAPÍTULO DE OBI: SUS ÒDDUS Y QUIENES LO RIGEN- KOFI-BORI ELÉDA (ROGACION DE CABEZA)



Bueno amigos y estimados lectores, vamos a iniciar este segundo capítulo  sobre el oráculo de biague( Obi) osea la adivinación a través del coco  el cual como bien les conté ayer, pertenece al gran oricha Obatalá.
En la publicación de hoy, os hablaré de los òddu y quienes rigen a través de las distintas tiradas que os paso ya a compartir.
Aparte de ver  todo lo concerniente a obí en sus tiradas adivinatorias,también podrán leer acerca de las distintas rogaciones de eléda (kofibori-elédda) y otra parte en la que se explican distintos ceremoniales, diferentes patakíes y un añadido pues ya que hablamos de obí trataremos de distintas ceremonias como la del yoko-ocha y del coquito africano que es el utilizado para ese tipo de consagraciones.
Por ser un tema largo he puesto un vídeo sobre las rogaciones de cabeza para que os acompañe en la lectura. Si usted prefiere no escucharlo diríjase al final de la publicación y pare usted mismo el vídeo  lamentando si ha sido un error por mi parte.
Nos queda una tercera parte sobre este tema que si Dios mediante, puedo, os la publicare mañana que es acerca de las tiradas alternativas de obbi llamadas apereti-obi que son algo más complejas que las tiradas anteriores donde se busca concretar y dar firmeza a lo que se está consultando.
Esperando que sea de su agrado la lectura me despido hasta nuestro próximo encuentro agradeciendo de la atención prestada.
Mo dùpe pùpó (muchas gracias)
Ki gbogbó Òrisá gbé àwùré fun ó
que todos los orichas consuman suerte positiva para ustedes!!
                                                                                                                



Veamos ahora los óddu de los cocos y lo que "conversan". 
Ellífé.
Hablan Elegguá, Ochosi, Oggún y Osun.




Elegguá :
le dice al consultante que tiene que ponerlo en su casa o le cerrará todas las puertas; y que debe de acordarse de un sueño que ha tenido. Que vaya con cuidado, pues al saltar de un lugar a otro puede dislocarse un pie. Tiene un familiar muerto que lo llama. Deberá usar ropa blanca. No puede vestir ropa a rayas. No puede prestar dinero. Tiene que operarse y su vida peligra. Es necesario que haga ebbó de plumas. (con aves).
Cuando se presenta esta letra se oprimen los pedazos del coco contra el corazón y se dice este rezo: Baba Elegguá mó ri bale laroyé to édun ló ósun ni iyá agó mollubba okokán lorayé.
Deberá ponerle un ñame a Elegguá y cinco plátanos burros con miel de abeja.



Oggún:
le dice que lo enredarán en un chisme. No lo averigue.. Que al cruzar las cuatro esquinas ponga atención, pues le siguen los pasos. Una mujer delgada quiere robarle la dicha. No salga fuera del pueblo a caballo o en vehículo sin darle un gallo a Oggún y tres pescaditos a Elegguá. 



Ochosi:
dice que la justicia quiere agarrarlo. Que no visite a mujer que esté de parto, pues no le conviene. Tiene que hacer santo. El que consulta cree y no cree en los orissas. Si no cree. que no tenga "muñeco" ni estampa en su casa, pues verá que cuanto dinero gane no lo alcanzará para gastarlo en médico y botica. 




Osun:
le dice al que consulta que es hijo de santo y no de espíritu. No le conviene hacer nada de espiritismo pues el diablo se meterá en su casa. No le conteste de mal modo a las personas mayores. Lleve siempre puesto un collar de Obatalá. No coma frijoles colorados. Le perjudican. Los vecinos oyen sus conversaciones pegados a la pared y lo miran por las rendijas. Tiene que tener en su casa una jutía. Y que no sea cabeza dura: oiga y llévese de consejos y rece todos los días un credo e invoque a su padre y a su padrino que están muertos. Llame a Obatalá, dígale Obatalá Babá mi ofé mi ele únlo Eshú totojún ara ína, cosi ikú cosí ano. No me falte unyén, chocotó cotobaé, ke bofí ke boddá. 








Itagua. 
En esta letra hablan Changó, Oshün, Inle, Yemayá. 










Changó:
dice que es padre de la persona que pregunta y que es preciso que lo tenga y lo cuide, pues se ha encontrado su piedra y debe darle de comer, de lo contrario lo cogerá la candela. Tiene que refrescarse la cabeza y lavársela con cuatro yerbas principales de Changó, y yagruma, uva caleta, curujey y siempre viva. Dos cocos, oñí, 12 velas, manteca de cacao, cascarilla, una espada de madera y su derecho. 
Debe de tener en su casa una penca de tuna blanca rociada con agua bendita y una cinta roja. Que vaya a la palma e invoque allí a Changó con este rezo: Obatilé bábá mí Changó mó roko mi Eledá kabio síle jekua babá. 




Oshún:
le dice al consultante que lave santo, (que haga consagrar su piedra) y la tenga en .su casa y la atienda. Le vá a dar un, número de lotería. Si la persona que consulta es mujer, que sepa que las hijas de Oshún no pueden ir al hospital. Se le advierte que no le cosa a nadie gratis, pues se le inutilizarán las manos. Tiene que poner en la puerta de su casa una escalerita de cedro en miniatura, con quince peldaños. Un cojín blanco bordado con un cisne amarillo. No se casará ni vencerá los obstáculos que se le presentan hasta que no haga santo, y el que tiene que asentarla es un hijo de Obba o de Obatalá. Un pariente de su novio le hace la contra, pues no quiere que se case con ella. Pero que crea de corazón o que no crea en nada. Que pida una prueba y el santo le dará una, y muy grande. 


Inle.:
Aconseja usar un collar de ambar con azabache. (Tres azabaches). Si es hombre el consultante, le dice: cuidado con una mujer casada. Se verá en un lío con su marido. Que la persona por quien éste pregunta, la persigue una sombra muy negra. Viene una verruga en su camino, o un grano, que se volverá canceroso. No puede comer jutía ni cangrejo. Para evitar ese mal, que se haga una limpieza con tres pescados frescos, una sábana blanca, velas y su derecho. 
Que le presente algo, (cualquier ofrenda) todos los viernes a Changó. No use ropa roja ni azul, ni coma en plato rayado. Que na-die le toque la cabeza. No maldiga a nadie. Que del mal que le hagan encargue al Angel de su guarda y que se quede tranquilo, pues verá pasar el cadáver de su enemigo. 



Yemayá.:
Le dice al consultante que vaya a la iglesia el primer lunes de cada lunes y le rece tres salves y cuatro ave marías. Tiene que vestir una promesa; debe usar vestido de listado azul, ponerle dos muñecos y bautizarlos con la gracia de los jimaguas: uno vestido de rojo, el otro de azul. Mucho cuidado con lo que corrige, pues quieren cogerle lo que defeca para que padezca del estómago. Verá a un familiar suyo que vive lejos, en el interior. Tiene que darse siete baños de mar y ofrecerle a Yemayá siete palanquetas de gofio con melado. Debe tener en su casa una Piedra Imán. Y no maldiga: no permita que en su casa se hable mal de nadie. Tiene que lavarse la cabeza cada siete días, enjuagarse con agua de añil, y echarla a la calle. No permitirá discusiones en su casa. No amenazará a nadie. 





Ocana. 
Hablan Obba, Oyá, Nana Burukú, Yewá.









Obba:
dice que se le ponga una palangana blanca con agua y hojas de salvadera; 3 pedacitos de manteca de cacao y que la persona que consulte debe invocar a Orula para qué la salve, pues está en un aprieto muy grande. Tiene que darle a Yemayá carne de puerco y de carnero. Que acepte lo que viene, y no intente nada malo contra sí misma. 





Oyá 
le dice que sólo no se vive, pero que no se meta en todas partes. No de fiesta a ningún familiar sin antes arreglarse la cabeza. No encienda altares de ningún santo sin antes darle comida. Que no eche en saco roto lo que le dicen sus sueños y que no use ruda, a no ser para el estómago. 




Nana Burukú:
dice que quiere que vaya al hospital para que allí reparta la limosna que pueda durante 12 miércoles. Que use collar de los Ibeyi y que los adore. A ellos deberá su bienestar. No vaya a fiesta sin antes arreglarse, pues lo apuran (los santos) cuando lo ven. 




Yewá :
le dice que no le pegue en la cabeza a ningún muchacho y que éstos no corran dentro de la casa. Ni que chiflen, pues habrá tragedia. Que no beba alcohol. Ni permita apagar la candela con agua. Ni le dé candela a nadie. Irá a una fiesta íntima y divertida pero cuidado, que está a punto de adquirir una enfermedad venérea. 







Alafia.:
En esta letra hablan Babalú Ayé, los Ibeyi, Orúla y Obatalá. 








Babalú Ayé :
dice que lo quiten de detrás de la puerta. Que ése no es su lugar, que él tiene que estar en una esquina, y que los Guerreros —Elegguá, Oggún, Ochosi-- son los que tienen que estar detrás de la puerta; que no tengan santo de bulto ni de papel (estampa) en su casa. Pues pensará una cosa y le saldrá otra; que le tenga puesta una mazorca de maíz tostado, untada de manteca de corojo y un pan chiquito. 


Ibeyi.:
Le dicen que los tenga en su altar aparte, y que les ponga dulce por igual cantidad a los dos. Que vista uno de rojo y otro azul. Que a nadie le diga que es hijo de ellos; a los Ibeyes no les gusta que se sepa quienes son sus hijos. Tiene que cuidar de no caer en una trampa y de evitar líos y juegos de manos que pueden serle fatales. 




Orula:
le pide que no pierda el tiempo en gastar su dinero en el juego. Lo perderá y no adelantará nada. Dice que hay una guerra entre Oshún y Yemayá por causa suya y le aconseja que contenga sus prontos, que no hable en demasía, que a nadie ofenda y menos a las señoritas. Si es mujer quien consulta que no, desconfíe de su hombre. No le dé tantos dolores de cabeza con palabras que le ofenden y lo martirizan, pues la quiere de corazón. Sólo que esa es su manera de ser brusca y seca. 





Obatalá:
dice que él le corresponde y lo ayuda. Pero tiene que rogarle y adularle mucho; no permita peleas en su casa ni cocinar con leña. Que no tenga gatos ni perros; le darán mucho que hacer. No coma frijoles blancos ni palomas; que se vista de blanco lo más que pueda, y lleve siempre puesto un crucifijo. Cuando sale esta letra, se le enciende una lámpara a Obatalá con aceite de comer y seis pedacitos de manteca de cacao.
Durante seis jueves, que vaya a la iglesia y le rece dos Salves y cuatro Ave Marías, y vencerá en sus guerras. Que no le preocupen las malas lenguas que tiene encima, pues les están haciendo ebbó de lengua."





Oyecún:  
En Oyecún hablan los Santos: San lázaro, Olokún, Oyá, Sha ngó, Algayú, Naná Burukú, Los Espiritus e Ikú.  






Está es la letra más mala que da el coco, es temida y respetada por todos, pues anuncia la muerte, casi siempre de la persona que se registra o de alguien allegado. Al caer la letra, tóquese el pecho y diga:  
Olofina cologuada toru mi Osha ikú ogüemi mi Orisha Olufina Olufina  
Posteriormente enciéndale una vela a la muerte y a los muertos, mientras dice:  
Mo fin karo mo fin godo dafa mofin karo karo ibaé Alafi kinsieko bekelo eña con orí afefere asaka beke moyugba abe mi oma aba mi ashé fun omo ikou ashé mi Osha.  



Dice Oyá:
que hace rato lo está esperando en el cementerio, que usted se le ha escapado tres veces, una vez de niño, por enfermedad y después de adulto otras dos, pero que esta vez lo verá venir bien muerto. Usted es hijo de la muerte y la lleva consigo a todas partes. Seguro que también ha mandado a otras personas para el otro mundo. Usted es viudo o viuda, o tiene la mala suerte de que todo el que se le enamora, muere de algo. Usted no debió haber nacido, pero a su madre le hicieron rogación de vientre, para que de todas formas usted viniera al mundo, está vivo de milagro, pero el tiempo se le está acabando. 



Dice Naná Burukú: 
que tenga mucho cuidado con los lugares que visita por las noches. No camine por lugares oscuros, pues lo pueden asaltar y no saldrá con vida. Cierre bien la puerta de su casa, pues no está seguro ni el lugar donde vive. Si es blanca la persona que se consulta, tiene un antepasado que mató muchos esclavos, si es negro, por culpa de uno se sus antepasados murieron muchos hermanos y usted tiene que pagar las culpas de este espíritu que se ha encarnado de nuevo en usted. Se siente muy mal y los médicos no pueden hacer nada por usted, su mal no es de medicina, no gaste más su dinero en hospitales, pues no resolverá nada. 


Dice Algayú: 
que hay una persona que amarró unos palos con su nombre y mató muchos animales de cuatro patas para que usted no siga en el mundo de los vivos y después llevó todo eso al cementerio. No se bañe en los ríos, pues se lo puede llevar la corriente. No se encarame en ningún árbol, pues seguro se caerá. Si trabaja en lugares altos, deje de trabajar unos días. Salga corriendo inmediatamente para la casa de su madrina o padrino, para que le echen los caracoles y vean como le quitan lo que le viene encima. 


Dice Los Espiritus: 
que todos sus familiares muertos están cerca de usted esperándolo. Dice Ikú, que ella lo quiere mucho a usted y hace tiempo debía estar junto a ella, pero algo pasó y no pudo ser, pero esta vez es seguro que se encuentren. Ella le está muy agradecida por las personas que usted le mansó, si no fue en esta vida, fue en otra. No vaya a los médicos, que no sirven para nada, ella le resolverá su problema bien pronto y se le van a quitar todos los dolores y disgustos que tiene ahora.




Eledá (kofi-bori):


—"Eledá es lo que piensa, oni: 
vé, vela, siempre está kuni kuni. Guía y decide de nuestra vida. Lo que está en la cabeza, es espíritu, es santo: la cabeza se llama Orí y también Erí, se dice bien de las dos maneras. A Eledá lo tenemos todos los hijos de Dios, en la cabeza. Todos tenemos un Angel, el Angel de la Guarda, el eledá de cada cual. Los blancos  finos como V. no cuidan de su cabeza como nosotros. Dejan que las personas mayores manosean las de sus niños. Nunca la alimentan. No se acuerdan... o no saben que en ella está plantado el Angel, que allí vive su Eledá, con el bautismo, el sacramento y la bendición del cura, que Ori es parte muy sagrada del cuerpo. ¡Y como nó, si Orí es un santo"! 



—"Entonces", —le pregunta un tanto preocupado a mi querido Bangoché, un alúbatá que nos escucha mirándome de soslayo,— -¿las máquinas de peluquería, esas que son como casquetes para calentar y en que meten la cabeza las mujeres cuando se rizan el pelo"? 




•"Otótó" contesta el viejo que no le gustan las interrupciones. "No es bueno de ninguna manera calentarse la cabeza. De eso hablaremos, pues vamos a tratar del coco. Oiga bien, néné. El dueño del coco es Obatalá. El dueño de la cabeza es Obatalá. El dueño de los sesos, Obatalá. De toda la armazón del cuerpo, de los huesos, egugú, que son blancos, Obatalá. De cuanto hay de efúnfún, de blanco en el cuerpo y en el mundo, en todo el mundo. Por la que el iyawó y el santero hijo de Obatalá tiene que vestirse de blanco... y si lo apuran mucho...
En verdad, no debía comer más que cosas blancas. Los hijos legítimos de Obatalá son los talakó, los albinos, nacidos de negra y negro, prodigio, y que vienen al mundo con la piel blanca, el pelo malagazo, descolorido y los ojos azules, que tienen que engurruñados para mirar de día. Ven mejor de noche, como la Lechuza, que es también de Obatalá. 




Son propiedad del Obatalá iyesa Ochagriñán, el que tiembla tanto, viejo, reviejo y de muy mal genio. (Yo tuve un pariente albino. Le daban de comer de noche y no le ponían sal en la comida. Cuando nació lo envolvieron en algodón). Los que vienen al mundo metidos en zurrón, —los varones se llaman Salakó, las hembras Talabí,— y también los que nacen deformes, jorobeteados, son hijos de Obatalá que es Jesús Nazareno. Muchos de estos desencuadernados le pertenecen también a Babá. Vienen a purgar lo malo que hicieron antes.
Obatalá es el hijo de Olorún, de Olofi, de Olóni. Olrait. El acabó la obra de su padre; la fabricación del ser humano. 



Cuando terminó la obra, Olorún sopló sobre el cuerpo del hombre, el corazón hizo fúque-fúque y el primer hombre se movió. Olofi le dijo, aquí queda mi omó, mi heredero, ologún del mundo, para que lo respeten y lo obedezcan. Que todos le hagan odubale.
Si, por eso mismo; Obatalá es un escultor, pues formó a los hombres: por lo menos a los lucumí. A todos los lucumí, que, son muchos. Que yo sepa, egguado, iyésa, yebú, issagá, ussá, oyó, egwá, odó, takúa; la gente de ayasé, araefá, komoré, Ekiti, de kétu, que tenían Elegguá de piedra y no de amasijo. También son muchos los Obatalás siendo uno solo, y un mismo Obatalá. Y de los dos sexos. El más viejo es Oddúdua.




Oddudua mujer, la otra mitad de Obatalá es Yémmu. Son los del güiro. De esta pareja nacen los demás Ocha. Otro Obatalá viejo es Oba Lufón, del lucumí oyó yebú y eggwaddo. Las tierras, "—tribus, pueblos"— se trataron, se juntaron en la devoción y dió por resultado que los Ocha caminaron por muchas tierras, unas veces con el mismo nombre y otras con otro. Se lo cambiaban, pero era el mismo. Así es, que por ejemplo, Olorún en tierra carabalí se conoció con el nombre de Abasí Bomó Ekwa, Kebasí; Changó se llamó Jebioso, en Dajomi, San Fán Kón en China y aquí Santa Bárbara. Allágguna correteó medio mundo y aquí vino a ser San José."
Gabino cuenta de Oddudua, siempre "el Obatalá más viejo" en concepto de todos mis mitólogos, que "éste fué quien hizo las cabezas. (Y quien repartió coco entre los santos). Olorun hizo solamente el cuerpo. El cuerpo caminaba, pero sin saber adonde, ni por donde iba. Olorún se lo entregó a Oddudua y le dijo ¡Okoni se mueve, pero no tiene dirección. Acaba tu mi obra. Entonces Oddudua le hizo la cabeza. Pero todavía el hombre aquel no hablaba. Vino Ibáibo. Le abrió la boca y le dió la palabra. Oro. Odduddua le había hecho un solo ojo a la cabeza. Un solo ojo tiene Ibaibo: ese odyú ciega al que mira. Para que la cabeza mirase mejor, Ibaibo le hizo otro ojo, además de darle mókbo", (voz).
Bangoché acepta la veracidad de esta historia: pero entiende que la palabra se la dió al hombre Bálufón.
--En resumidas cuentas. Obatalá manda en todas las cabezas. Lo mismo es decir Eledá que Obatalá."
De manera que el hombre, "ante todo debe de atender su Orí, no dejar que se acalore demasiado' ni se debilite. De tiempo en tiempo hay que refrescarla."
--La cabeza es la que lleva al cuerpo", concluye Bangoché sentencioso. Y tras un corto silencio, el viejo enciende su mocho de tabaco y se echa a reir: "ahora le contaré lo que le pasó a la cabeza. Apunte. Como Orí decía que él era Oba, el Orificio dijo que con todo, el Rey del cuerpo era él y que lo probaría. ¿Qué hizo el Oriolo? ¡Se cerró!
Pasó un día, dos, la cabeza no sintió nada. Al cuarto, la cabeza, bien: si acaso un poquito pesada, pero el estómago y fúño, el intestino, bastante incómodo. Al sexto día, ilú, (el vientre) estaba gordísimo, wó wó. El hígado... odósu, duro como palo, y Orí empezó a sentirse mal. Muy mal. Elúgó, la fiebre hizo su aparición. El purgante Lerroá no se conocía entonces y la situación empeoró a partir del décimo día, porque ya todo funcionaba mal y la cabeza los brazos, las piernas no podían moverse. Lo que entraba, el purgante de guaguasi, no salía... La cabeza no se pudo levantar de la estera para llevar al cuerpo. Ella, y todos los órganos, tuvieron que rogarle al Orificio que se abriera. El demostró lo importante que es, aunque nadie lo considera ahí donde está, en la oscuridad, y despreciado de todos."


Eledá, como todo principio divino, -come-.
Debe alimentársele en muchos casos y refrescarse en otros.
--El Angel se roba con halagos. El enemigo que uno tenga, puede conquistarlo de muchas maneras, dejarnos sin Angel. Y que basta con que Eledá se desvíe un poco o que abandone el cuerpo un momento para recibir la comida que más le gusta que otro le ofrece con intención de trabajarnos, porque al distraernos el Angel, nos quedamos sin defensa.
Son tantos los peligros, que Ori debe estar siempre claro. Así es más difícil que lo engatuzen."


Hay pues que Iborí Eledá, (hacer sacrificio; alimentar en la cabeza al espíritu que allí reside.)
—"Cuando el Angel de la Guarda tiene hambre, se bebe la sangre en la misma cabeza de la persona que él cuida. Esta recibe un golpe, tiene un accidente y allí mismo le bebe la sangre que se derrama".
Lo primero que averigua el babálocha o el babalawo, con el diloggún o el okuelé, es en qué estado se encuentra el Eledá de quien viene a consultarle. Y generalmente hay que "rogarle la cabeza".
—"La cabeza, como todo, se empieza a rogar con coco. Obí quiere decir tambien rogar, pedir. ' Obiocha.
Muchos viejos dicen al empezar esta ceremonia, y en todas las que tienen lugar en la Regla, Obí Orí, Obí Eledá. Obí ikú, etc.



A Orí, pues, se le dá sangre de palmas y guineas blancas, cuando lo pide o ha menester por motivo de enfermedad, o para librarse de la justicia, —son estas rogaciones muy delicadas y muy secretas,— y si solo está "bóná", caliente, se ruega y se refresca con coco.
Rogarse Eledá con coco es lo más corriente y todo el mundo necesita "refrescar su Angel", de tiempo en tiempo.
—"Cuando el Angel está decaído, y precisa darle sangre, vida, fuerza, la rogación tiene que hacerla el santero que está facultado. Refrescarse el Angel lo puede hacer uno mismo en su casa, sin tanta historia. Muchos son los que tienen el buen criterio de lavar su Orí con agua de coco y de rezarle; y esos tienen siempre su inteligencia clara y despejada. Evite siempre que su Angel se sofoque. De ahí provienen tropiezos y equivocaciones". Para rogar una cabeza, con coco, "una rogación sencilla y de prudencia", las iyalochas piden dos platos enteramente blancos y nuevos, akotó fún fún: un género blanco, achó fún fún; algodón, oú, de la botica y natural; manteca de cacao, orí; cascarilla, efún; dos velas ataná; y para ofrecerle a Elegguá, pescado ahumado, eyá, y jutía, ekún. A esta lista podría añadirse ecó, ekru y babosa. (La babosa es inseparable de Obatalá).
Todos estos ingredientes se colocan en dos platos blancos. Se encienden las dos velas y la iyalocha, con uno en cada mano, "mollúbba" de frente a la persona, aberícola, no iniciada, u omó orissá, cuyo Angel se ha de alimentar o refrescar. Se la sienta en una silla baja, —apotí—, los pies descalzos como es de rigor en toda ceremonia religiosa, las manos sobre las rodillas con las palmas vueltas hacia arriba.
Al comenzar la operación, si hay bógbó kaleno —varias personas presentes—, acaso se le cantan tres cantos a cada orisha, empezando por Elegguá y terminando por su orisha. Los rezos se repiten cuatro veces.
Para que la cabeza reciba la bendición de todos los santos y muertos, la iyalocha suele decir: Orí etie asalaga elégué ojuaní mollúba ré orí jú jú orí etíé orí alafia ebá ché juni.
Akebo aké tó, aké omó, arikú Babaguá, Orí oguó ke oké tó mi re. O bien: Orí etié asaka le gué ojuaní mollubare, Orí jú jú, Orí a mé alafia ebá tié Olorún ocálerun Orún malé Orí etié.
(Que significa: Su Angel le cuida su cabeza para que nadie abuse de su persona. Que Orí esté fresco para que Olorun le valga y todos los Ocha.").
Alzando entonces los platos, la iyalocha se los presenta a la frente y a la nuca del devoto. Se apoyan ligeramente en los hombros, en ambos lados del pecho, en las cuencas de las manos, en las rodillas y en los pies.
Al brindarle los cocos a Orí, la santera dice también: Eral kobo Orí: cosí ikú, cosí ano, cosí eyó, cosí ofó, arikú Babaguá. (Esta fórmula que se repite continuamente, equivale a un líbranos de todo mal: de la muerte, del crimen, de la enfermedad, de la vergüenza).
Cuando termina su rezo, coloca ambos platos en el suelo, moja los dos índices en el agua de la indispensable jícara, y haciéndole una cruz en la frente humedece la nuca, las manos y los pies del aberíkula.
Algunas santeras tocan con manteca de cacao estas partes que anteriormente se han mojado y santiguado. En la frente y en las palmas de las manos le dibujan con cascarilla dos rayitas verticales, si el orisha tutelar de éste pertenece al género masculino, y dos horizontales si es femenino. Inmediatamente la santera toma una porción de cada pedazo de coco y un trozo de manteca de cacao. Se los introduce en la boca y los mastica hasta obtener una pasta que le aplica en el centro de la cabeza, espolvoreándola con cascarilla. ("La saliva tiene aché") Cubre la pasta con algodón y por último envuelve toda la cabeza con un pañuelo blanco, nuevo, pues bajo ningún concepto debe emplearse una tela usada.
Los demás pedazos de coco repartidos en los dos platos, se dejan debajo de la cama y a la cabecera del que "ha refrescado su Eledá". 

Este rito se practica cuando declina el sol, a la hora que Ña-ná llamaba alélé, ("las horas del día tienen su nombre: cuando el sol se pone, acalé. La noche oru y okúkú, no vaya a confundirse

con gallo —akuko—. La mañana olá y el mediodía, el peligroso, oságga").
La rogación de cabeza se hace al atardecer o ya de noche, antes de acostarse, y la persona que le ha dado obí a su Orí, duerme con este emplastro de coco, saliva, manteca de cacao, cascarilla y algodón, en la cabeza. Al día siguiente, después de quitarse el pañuelo, de rodillas, y con mucho cuidado, arrastrando con suavidad el precioso mascado de atrás hacia adelante, para que no caiga al suelo impuro una sola partícula, lo deposita en un plato con los demás cocos. Los cubre con otro plato y los deja debajo de la cama, hasta el atardecer, que lo llevará a casa de la iyalocha envuelto en otro género blanco y nuevo, o en papel blanco, para que ésta "le dé camino", es decir, lo lleve por lo general a la manigua, donde dejará el bulto de la "rogación" en lugar sombrío, oculto entre yerbas altas y tupidas, a buen recaudo de los rayos solares.



Al concluir este rito, la iyalocha toma otros cuatro pedazos de coco en su mano izquierda, vuelve a desprender un pedacito de cada uno, como hemos visto, repitiendo, Obi nú ikú, obinú ano, etcétera, y toca, cerrando los pedazos en el puño, la frente, la nuca, los pechos, los hombros, las manos, las rodillas y los pies del inalienable propietario de la cabeza que acaba de ser despojada de cuanto podía serle nocivo. Junta otra vez las dos manos, murmurando cuatro veces: Orí mó kueo y lanza los cocos: obí oriri, para preguntar si el ebbó da oddara, alafia, si la cabeza está bien rogada y despejada, y dónde debe llevarse la rogación de Obatalá.
No se expondrá la cabeza durante ocho días, o como mínimo durante cuatro días a la inclemencia del sol sobre todo, pues Obatalá no puede sufrirlo, ni a la frialdad del sereno.

Se protegerá con otro pañuelo blanco, y más que nada se evitará, si no es posible quedarse en casa, que el sol caiga de plano sobre ella. ("Que le caliente la coronilla"). 


Del mismo modo se procede cuando se "ruega Eledá" con paloma, eyelé, —ave que le está consagrada a Obatalá "y que como es del Santísimo no tiene hiel"—, guinea, carne cruda, pescado —pargo o guabina—, o frutas: guanábanas, chirimoyas, peras, toronjas, piñas, frutas jugosas. La sangre de las aves se vierte en medio de la cabeza, "para que se la beba ', y se dejan caer unas gotas en la nuca, la hoyuela, las manos, las rodillas y los pies. En un plato aparte del que contiene los cuatro pedazos de coco que mastica la iyalocha, con otros cuatro pedacitos, se derrama la sangre del ave. Con las plumas y algodón se cubre la cabeza bañada en sangre y se pone un poco de estas plumas, en la nuca, en la hoyuela, en las rodillas, manos y pies.

La guabina —eyá oro, eyá la guisa,—, que se ofrece en casos de rogación por enfermedad, se coloca en un plato hondo con agua y el babálocha o la iyálocha la eleva, y se la presenta a la cabeza pronunciando estas palabras: eyá Oro tuto mó fi oro ló mi lorí. Oloddumare mo fé orú mú Alá Echú maresa be se ori mi ke mó pada corí tuto co dire awé co di ré Omo al kiti chá legua.
Está de más decir que "rogarle la cabeza" es lo primero que se le hace al futuro iyawó, antes de asentarle Ocha, puesto "que es en la cabeza donde se le asientan los santos", como ya veremos en otra parte al tratar en detalle de esta larga ceremonia.
Durante los siete días que permanece en el templo después de "asentado", y casado con el orisha, se desayuna con pedacitos de coco en número equivalente a la "marca" de éste. Si es un hijo de Changó, la ollúbbona, o segunda Madrina de Asiento, sobre quien pesan todas las responsabilidades y tareas que implica un asiento, que cuida al iyawó a todas horas y lleva su solicitud hasta dormir a su lado en el suelo, le ofrece cuatro pedacitos; si es hijo de Oggún o Yemayá, siete, si de Obatalá, ocho, etc.
Además de coco, en esta primera comida del día de un nuevo
santo, la ollúbbona le da a tragar un pedacito de pescado ahumado y de jicotea y a beber una jicarita de omiero.


Cumplidos los siete días de aislamiento en el igbodú, cuando acompañado de la ollúbbona, visita y rinde tributo a las cuatro esquinas de la plaza, olóya, (el mercado) lo primero que allí compra, mejor dicho le regalan, es coco, con la fruta, el pescado ahumado, el ecó y la jutía que tiene que ofrecerle a los orishas a su regreso.


Cuando "levanta santo", esto es, cuando traslada del templo a su casa propia a sus santos, las piedras que han sido sacramentadas para que las adore y lo protejan, —Elegguá, Oggún, Ochosi, Changó, Obatalá, Oshún y Yemayá—, debe pagarle un derecho — a la madrina o sacerdotisa auxiliar, por ofrendarle coco a su Elegguá y su derecho por el sacrificio de un gallo.
A cada iyalocha invitada a asistir al Asiento, esta invitación se llama achédín, —o ichéyín— "levantar la iyalocha"— el iyawó deberá regalar dos cocos, y según sus recursos, y La cantidad fluctúa, 'pero el derecho de los cocos es sagrado".


Inmediatamente después de "hecho el santo" tiene lugar la ceremonia de su presentación al tambor, si no ha tenido lugar en el segundo día del Asiento o "día del medio". De lo contrario ésta se efectúa en alguna fiesta, y a veces se le presentan: rinden homenaje al tambor, varios iyawós.
Ataviado con el "achó omórisha", la ropa de la consagración, con que se le viste una vez, sólo para recibir con toda la majestad 
gloria de su nuevo estado, desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde, las felicitaciones de amigos y parientes y de los numerosos y nuevos parientes con que ahora cuenta en el seno de la religión, adornada la cabeza, que no se pinta en esta ocasión, con el akoiddé, gorro, tiara con plumas de loro —teóricamente de loro, porque los verdaderos odídé, loros de Guinea escasean por su precio elevado, o porque ya no vienen a Cuba como antaño en los días de oro finiseculares de la santería—, el iyawó sale del ibóddu o cuarto sagrado, acompañado de la ollúbbona y del padrino. Le precede la Llamadora de Santo, la Appwón, que con una jícara en la mano, diríase que desprende delicadamente con el índice y el pulgar de la derecha, las gotitas de agua que va derramando a un lado y otro del trayecto, como si fuesen diamantes.
La cabeza ligeramente inclinada, los ojos bajos, el andar muy pausado y a veces titubeante, llenos de unción religiosa, humilde en su llamativo atuendo y cubierto de collares, el iyawó atraviesa entre el apretado y expectante grupo de abórissas, eleyos, olorisas y bóbo kalenos, allí reunidos. Lleva reverentemente en un plato blanco dos cocos, dos velas y un peso cinco centavos, como ofrenda y tributo a los tres tambores sagrados, al Batá, (Aña).


Al llegar junto a ellos, en la sala de la casa, —Eyá aralá o yárabuyo—, que ocupa el templo en que se celebra la fiesta, la Iyá, o "la madre", el tambor que se sitúa en el medio de los otros dos, el itótele, más pequeño que la Iyá y el okónkoló, el menor, los tamboleros —los olú batá—, cesan de tocar. El iyawó, asistido de la ollúbbona y del padrino, que le ayudan a depositar el tributo en el suelo ante la Iyá, los saluda como a un orisha, prosternándose y permaneciendo unos segundos, la frente apoyada en el suelo las piernas juntas, los brazos extendidos y pegados a lo largo del cuerpo. Si es una mujer saluda tendida en el suelo pero sosteniendo todo el peso del cuerpo sobre uno y otro codo, volviéndose de un lado a otro. Las maracas, acheré, o las campanillas, agogó, si es un iyawó de Oshún, Yemayá u Obatalá, se repican junto a sus oídos, llamando al orisha. Luego lo levantan y deposita un primer beso en la iyá, en el itótele y el okónko, ante la impasible dignidad de los olúbatá. Los santeros le hacen ruedo, la Appwón levanta un canto en honor de su Orisha y el iyawó,baila ante el batá hasta que su ollúbbona vuelve a llevarlo al igbodú, a veces en trance, o a punto de que "lo monte el santo".
El ayawó ha saludado a los tambores, les ha hecho dodobale, —aforíbale— y yá está autorizado, puede bailar en todos los güemileres.
Al cumplirse los tres meses de kari-Ocha, de su Asiento o nacimiento místico, al celebrar el ebbó, llamado así, de "los tres meses", el iyawó tendrá que tributarle al tambor siete cocos, un racimo de plátanos para Changó y siete pesos.


Es que el tambor... pero ¿a qué hablar aquí de sus misterios, de su santidad, de sus derechos, de su importancia capital en la Regla de Ocha?
Todo cuanto se refiere a Aña y a la música sagrada de los lucumís-criollos, sin necesidad de repetir lo que me dicen mis informantes y un viejo Baloggué cuyo tambor en ocasiones "suena solo", se encuentra en la serie exhaustiva de D. Fernando Ortiz, "Los instrumentos de la Música Afrocubana".


Mas volviendo a Orí, Catalino Murillo nos recomienda para estos tiempos de enfermedades raras, fenómenos desconocidos y acontecimientos extraños, una "rogación" muy fácil y agradable que nos conservará el organismo en buen estado y sobre todo lucida la mente.
—"Se hace una cruz con cascarilla y manteca de cacao, en la frente, y durante nueve días, a las doce, se corta un coco verde y se lava con su agua la cabeza, la cara y los pies. El coco se arroja luego a la calle. Se unta la cabeza con manteca de cacao y con un oyán efún, un peine nuevo enteramente blanco y comprado especialmente con este objeto, se peina después de la limpieza. Se quema en la casa incienso, benjuí y azúcar blanca y se arrojan pedacitos de hielo por todos los rincones. Con esto se refresca el espíritu y la vista; las ideas se aclaran, y se van las malas influencias, que sofocan. Se tranquiliza el corazón. Se purifica la vivienda, y los que son el sostén de nuestro cuerpo --los pies— se sienten también frescos y sin peso".


"La casa se purifica Divinamente, se aclara y se echa de ella la mala sombra que cría enfermedad y disgusto, regando por todos los rincones y en la puerta de entrada: agua de coco y agua bendita de tres iglesias, y alguna yerba de Obatalá".
—"El agua del coco", me dice una santera "es bendita. Como tiene el aché de Obatala, la reputamos tan santa como la de la pila de la iglesia. Yo refresco mi Eleddá con agua de coco, agua corriente y de río, leche cruda y arroz de Valencia. El arroz se pone en agua de parte de noche y al día siguiente se le echa leche. El agua de rio se pone al sereno y al día siguiente se le echa leche, el agua del coco, cascarilla y manteca de cacao".


Olofi tenía en mucha estima a Obi.
Obi era justo y puro de corazón, modesto y sencillo como los justos. El corazón, Olofi se lo hizo blanco; le hizo blancas las entrañas y la piel y lo elevó a gran altura.
Pero Obi se envaneció en las alturas. A su servicio estaba Eleggua, criado también de Olofi.
Un día Obi hizo fiesta y mandó a invitar a sus amigos con Elegguá. Elegguá conocía a todos los amigos innumerables de Obi. Todo el mundo se consideraba amigo de Obi, y entre estos, junto a los grandes de la tierra los Okboko, Olorogú, ¡Tóbi-Tóbi! Onisese, Ogbeni, Ayiyebalogguo, se contaban los pobres, los aíní, ochi, ebúregua, aímó, alákisa, alégbo... gente fea, miserable, sucia, llagada, pordiosera. Los feos, los deformes y los hermosos; los limpios y sucios, todos querían a Obi.
Elegguá había observado el cambio de Obi. Había sorprendido detalles de arrogancia y de orgullo que manchaban invisiblemente su inmaculada blancura, y en vez de invitar a los ricos exclusivamente, como era la intención de Obi, sólo invitó a limosneros harapientos y mal olientes; hombres y mujeres defectuosos, de fealdad repugnante.
Cuando Obi, el día de su fiesta contempló aquella turba fea y miserable de andrajosos y tullidos, les preguntó fuera de sí quién los había invitado.
Respondieron que Elegguá, en nombre suyo. Obi los despidió, no sin haberlos reprendido duramente por haberse presentado ante él, en aquel estado de suciedad y abandono. Y así los miserables de la tierra se marcharon abochornados de casa de Obi, y Elegguá con ellos.
Algún tiempo después de ésto, Olofi envió a Elegguá a la tierra con un recado para Obi. Elegguá se negó a llevarlo y le contó la conducta inclemente del puro, del justo, del intachable, Obi.


Olofi se disfrazó de mendigo y fué a buscarlo. Obi al ver aquel okure astroso que amenazaba contaminarlo con sus guiñapos hediondos le pidió que se alejase y lo increpó por no haberse bañado y vestido un achó limpio antes de presentársele. Le volvió la espalda. Entonces Olofi sin fingir la voz, pronunció su nombre con indignación y Obi se volvió extrañado. Reconoció a Olofi y se arrojó a sus plantas.
—Perdón.
Y Olofi le dijo:
tú eres justo. Por eso te hice blanco el corazón y te dí un cuerpo que era digno de tu corazón. Para castigar tu orgullo, aunque conservarás blancas las entrañas, bajarás de tus alturas para rodar y ensuciarte en la tierra.

Y el castigo consistió en caer la rama y rodar por el suelo...
Desde entonces sirve el coco para "romper enfermedades"; el que ofendió a los tullidos y llagados, negándose a admitirlos en su fiesta, rueda en las casas más pobres donde hay enfermos, y los limpia, por Obatalá.
Se raspa la corteza de un coco seco, se blanquea con cascarilla y se deja bajo la cama del enfermo.
Sirve además, como instrumento de los orishas, para alejar toda influencia nociva.
Se le tiene en la casa el número de días que indique un orisha, y luego mandan los olóchas que se rompa en la esquina de la calle, en un yerbazal, o se arroje al río, al mar o a la basura.
El coco, si sirve de agente para un "desbarate" de enfermedad, sirve también, con idéntica eficacia para acabar con la felicidad de un hogar o con la vida de una persona. Se rompe, por lo regular, en una encrucijada y se dice: "así como rompo este coco que se rompa la enfermedad de X", o "como yo rompo este coco, se rompa la vida, el hogar, la fortuna, etc., de fulano o zutano".
(Para desunir a los amantes, a un matrimonio, a socios, compadres o amigos, "se sube a lo alto de oke, —a una loma,—, se chocan fuertemente dos cocos y se lanzan en direcciones opuestas"; de modo que caigan rodando desde alto y se destrocen.
Para perturbar —"virar"—,, se echa a rodar un coco que previamente se ha "chequeado" y untado de aceite. El coco llevará dentro escrito en un papel el nombre de la persona que se intenta "volver de cabeza" y una oración para que la atormente a todas horas.)
Los cocos pintados de blanco son instrumentos con que ejerce su protección Obatalá.
De azul —obichadodo—, los de Yemayá. Estos se colocan dentro de una vasija con agua o se dejan rodantes por la casa.
El coco de Oshún, obí ako, se pinta de amarillo (almagre) y el de Changó de blanco y rojo.
El de Oyá de todos colores. Para éste se hace un cesto pintado con nueve colores y se cuelga del techo. Cumplido el plazo que tendrá que permanecer en la casa, y que marca la misma diosa "hablando" por los caracoles o por su "caballo", cesto y coco se depositan en una manigua. 
Para alejar la enfermedad se raspa hasta dejarlo liso y bien pulido. Se le unta manteca de cacao, se le acaricia y se le pide. Se pinta con cascarilla de huevo y se echa a rodar por la vivienda. A la vez, se colocan en una taza llena de agua ocho pedazos de orí, —manteca de cacao—. El agua se cambia cada dos días. Esta taza --o jícara, "es lo más propio"—, debe tenerse junto a la cabacera de la cama "del que anda con la salud bamboleando", debilucho, achacoso o enfermo. Estos cocos, "que ruedan según su voluntad", los hallaremos constantemente en los hogares populares: "las personas débiles o amenazadas de enfermedad, o las que el babalocha tiene advertidas de que le van a echar una brujería, deben tener un coco pintado de blanco que camine por la casa, o que se pone en un plato blanco". "Para limpiar a la víctima de un ebbora, de un daño se le pasa un coco por el cuerpo y ewe, ciguaraya, albahaca y piñón, y el ave que le corresponda al Angel de su guarda. ("si es limpieza de Obatalá"). —
PATAKÍE:
"Coco fué mujer de Orúnmilla. Pero tanto le faltó que Orula se separó de ella. Coco logró que muchas personas intercedieran por ella, y al fin Orula la perdonó. Pero a condición de vivir separados. Cada uno en su ilé. Y le concedió la gracia de que los ebbós, las limpiezas y rogaciones, fuesen vestidos con su traje. Quiere decir que a los ebbós se les pone coco, para que sean bien recibidos." Obi le advierte de un modo muy curioso al santero, y a cualquier devoto y alerta aberikula cuando éste corre peligro de ser traicionado. Sencillamente, los indigesta. Así los pone en guardia y les advierte que en un dulce o en cualquier otro manjar confeccionado por su pulpa, les iría destinada una brujería. Absteniéndose en lo adelante de probarlo en ninguna forma se evita la brujería. -,-"En un momento", nos dice el invencible L. M., "me echaron daño, dentro de un coco de agua que iba a beberme. Pero él me llamó la atención. Se volvió enteramente negro. ¡A ver si Mama Kéngue iba a consentir que a mí, a mí, se me hiciese eso!" El chivo, "el señor de las cuatro patas", o el carnero, que va a serle sacrificado a un orisha lleva metido en la boca, además de la hoja de un árbol relacionado con el dios, un pedacito de coco. Los asistentes al sacrificio temen extraordinariamente que les embista esta bestia que va a reunirse con el orisha, que ya participa de su divinidad, "está en estado de santidad", y que es portador de sus ruegos. Cuando pasa junto a ellos, conducida por el babalawo al lugar del sacrificio, al Igbodú o sagrario, "el cuarto de los santos", las mujeres se tocan la frente y los senos, los hombres sus partes genitales. Una vez en el Igbodu, el oferente y todos los que asisten al sacrificio mastican un trocito de coco y un grano de pimienta de Guinea y se lo escupen en la boca, en cada ojo y en el interior de las orejas; después, se le habla al oído, cada cual le expresa su deseo. El chivo trasmitirá al santo sus peticiones. El último que le lanza las partículas de coco es el que ofrenda el chivo o el carnero, quien además, antes de que actúe el sacrificador, une su frente a la del animal. Enumerar todos los empleos del coco nos llevaría a describir cada uno y todos los ritos que se practican en la regla de Ocha y en la de Arará, desde el sencillo acto de adoración cotidiana de la iyalocha al saludar el cielo —Olorún ká ko koi bé re—, hasta los más complicados. Repetiremos con Oddedei y Calazán: "cuanto se le pide a Dios, se le pide con obi. Con obi, nos dirigimos a los muertos pidién-doles permiso: pero antes de mentar a los muertos hay que decirles ibáyé, ibáyé tonú... Ibá Babá ye ni ibá, apété vi aya fá, ibá kaba aché le". Y se desvía la mirada cuando el iworo le da coco a los ikús. 
Todos, en ese momento, nos volvemos de espaldas. Nos dirigimos a todo lo que es santo, empezando por el padre de todos los santos y de todos nosotros: " Obatalá birinigua alano sía búke "


Alguna Potencia, en la sociedad Abakuá, al fundar una tierra nueva, es decir, una nueva agrupación, o "juego", surgida de su propio seno, construye en un coco seco "una figuración del Ekue", que se llamó Bambitó eribó o Kambito (1), materialización del misterio y del Espíritu que adoran los miembros de esta sociedad. Al efecto se hacen cuatro cortes en la base del coco para que éste se apoye sobre cuatro patas como el Ekue. Se decora empleando en este caso una pintura amarilla indeleble, con los signos emblemáticos, ("gandus") de los grandes de la confraternidad, Iyamba, Mokongo, Isué, Empegó, Nasakó. 
Recibe el sacrificio de un gallo y los mismos tributos que el Ekue, caña, jengibre, maní, ajonjolí, coco seco, ñame, carbón vegetal, etc., y se le coloca junto los sacos", cofómbres, de los diablitos a una marímbula, la cual no se toca pero se exhibe "porque los Juegos la tenían en Africa, y es el piano de los africanos". Por un motivo histórico semejante se reverencia este coco que "hace de Ekue en honor al recuerdo de la primera Potencia que se fundó en Cuba -Efike Butón-- y en la que en un coco se oyó tam-bién sonar la voz Divina". (Efike Butón ke namerutón Efike Butón ellegó Efiméremo akuatoito akua embori mocuba feafé: hicieron la mocuba, mataron a embori, el chivo, y sonaron en un coco que fué el primer boncó). 
"Kambito eribó", que es hijo de Itiaroro, la tierra, que es hijo de Ekón Abasi, dios, la Naturaleza". 



No todos los ñañigos conocen o reconocen este hecho, ("tratado") que acredita la autoridad de un abakuá muy conocido, Ch. C; ni todas las Potencias, como hemos dicho, la ostentan al crear una nueva tierra.
Introducida ya por Ekueñón la Voz del Espíritu en el sagrario. al salir en procesión con los diablitos el grupo numeroso de los dignatarios, los pies desnudos y cargando los sagrados atributos abakuás, a excepción del tambor Ekue, —numen invisible que solo deja oír su resuello impresionante,— se rompe un coco en la puerta del fambá.



Bajo un cocotero, no lejos de un arroyo, se inició Isúnekue, representante de la tribu Bíbi. (Y le sacrificó un venado al Fundamento.)
Las curanderas estiman que el agua que contiene el coco no tiene rival como diurético.
Mezclada con ginebra cura la blenorragia. El jugo es un tónico para los anémicos y el cocimiento de la corteza, depurativo de la sangre.


La masa del coco seco que debe comerse en ayunas, y rayada para que sea de más fácil digestión, se considera excelente para expulsar lombriz solitaria.
La manteca del coco es buen purgante, y uno de los Cuatro Compuestos del laxante habitual así llamado, que se administra todavía a los niños de pecho: palma christi, manteca de coco y aceite de almendras —"por que son frescas y así mitigan el calor del risino,— y miel rosada".
La manteca de coco, que le está consagrada a Obatalá y que en la jerga del kimbisero —cruzado, muchas veces suele ser llamada por éste, Obatalá,— "un cacho de Obatalá — es igualmente apreciada para el cuidado del cabello. ("Como es de Obatalá se usa mucho para peinarse o untarse la cabeza"). Tiene, no obstante el inconveniente de oler fuertemente a rancio si la persona que lo emplea no se lava con frecuencia la cabeza, o no echa en la manteca unas gotas de bergamota.
"Como duende soy odioso
y aunque a mi nadie me vió 
el que en dulce me comió
siempre me encontró sabroso."
Es verdad. Con la masa y la leche de este fruto sabroso se confeccionan los más ricos y tradicionales postres cubanos. 
Desde el popular y modestísimo "coco quemado",
"¡Coquito quemado calientes
Pá la vieja que no tiene diente..."
(que tanto gusta a Yemayá) la alegría de coco" con melado de caña y ajonjolí, o el coco amelcochado con boniato que se pregonaban Dor las calles, hasta los más elaborados y exquisitos.






COQUITO AFRICANO.
Obi-Kolá.
"Para hacer Santo". "El secreto del Santo-.
Es una semilla durísima, importada de Africa, con otras dos, erú y tuché, indispensables en el Asiento. De una sola semilla de obi-kolá, nuez de palma, "salen muchas cabezas". Es decir. que basta un fragmento para consagrar a varios neófitos.
Cada iyalocha de las que testimonian en esta ceremonia, coloca en el centro de la. cabeza del iyawó un montoncillo de hojas trituradas, y la Madrina, por último, el obí-kolá, con erú y tuché.
Debajo del pilón, trono que ocupa luego el Asentado, "que es un nuevo rey", se colocan otras partículas de las semillas sagradas.
Actualmente escacean mucho y las santeras que las han heredado, las guardan como algo inapreciable.


Hay quien asegura que en Guantánamo, en el oriente de la isla se encuentra una palma parecida a la africana que produce estas nueces de cola, y que santeras y santeros inexcrupulosos las subtituyen con estas.
—"Lo que es crimen; y una picardía tan perjudicial como en un erí (ofrenda) de Changó, cambiarle por palomas sus queridas codornices."
Es posible, por lo que oigo contar a los viejos, que se quejan de los ingredientes que faltan en muchos "trabajos , que no se hubiese perdido enteramente contacto con Africa hasta después de la guerra del 14, gracias a viajantes canarios, como el muy mentado Bernabé, que importaba regularmente los preciosos "coquitos africanos", erú, tuché, obiaya, cuentas, adornos y ciertos objetos litúrgicos; caracoles, piedras, plumas de loro, monos, loros, semillas, raíces, "bere", (?) trozos de maderas; pieles, colmillos y excremento de animales, (de león, de tigre, de leopardo, de hiena); uñas, pezuñas y pelos, cuernos, huesos de algunos animales y pájaros, yerbajos, tierras y otras substancias y polvos mágicos —.medicinales y afrodisiacos,— turari-cuernos para tambores, ídolos, piedras, pulseras de cobre, oddani para Oshún, en fin, cuanto el culto y la magia había menester.













Este comercio, muy provechoso para quienes lo ejercían, subsistió en tiempos de la colonia hasta el noventa y tantos. Establecida la república, reanudaron sus actividades algunos proveedores de la santería. Uno de estos isleños daba dos viajes al año a Guinea sirviendo encargos de los taitas favorecidos por clientelas numerosas y adineradas, y recorrían también las casas o accesorias de los devotos ofreciéndoles sus mercancías, que éstos pagaban muy caras, aunque entonces, una mano de caracoles de Guinea (21 cauris) valía la mitad de lo que vale actualmente. Un apó diloggún, un saquito lleno de legítimos caracoles de Guinea, un puñado de obí kolá, un mazo de cuentas antiguas, un oché de ayán, es como oro molido para sus dueños.

























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