sábado, 19 de noviembre de 2016

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL VIERNES 18/11/2016



Tiempo Ordinario/33° Salterio 1° Semana. Tomo IV
Viernes 18 Noviembre










DEDICACIÓN DE LAS BASÍLICAS DE
SAN PEDRO Y SAN PABLO, San Román mr.
Ntra. Sra. de la Divina Providencia



Papa Francisco: Jesús purifica el templo. Pero lo hace con el látigo en la mano. Se pone a expulsar las actitudes paganas, en este caso de los mercaderes que vendían y habían transformado el templo en pequeños negocios para vender, para cambiar las monedas, las divisas. Jesús purifica el templo reprendiendo: Está escrito: mi casa será casa de oración y no de otra cosa. El templo es un lugar sagrado. Y nosotros debemos entrar allí, en la sacralidad que nos lleva a la adoración. No hay otra cosa. San Pablo nos dice que somos templos del Espíritu Santo. Podemos hablar de una especie de adoración, que es el corazón que busca al Espíritu del Señor dentro de sí. Y sabe que Dios está dentro de sí, que el Espíritu Santo está dentro de sí y escucha y le sigue. También nosotros debemos purificarnos continuamente porque somos pecadores: purificarnos con la oración, con la penitencia, con el sacramento de la reconciliación, con la Eucaristía.




PALABRA
Entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, di-
ciéndoles: «Escrito está:"Mi casa es casa de oración"; Pero vosotros
la habéis convertido en una "cueva de bandidos"». Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.


ORACIÓN: 
Apocalipsis 10,8-11; Salmo 118,14.24.72.103.111.131 • LUCAS 19,45-48
( Dedicación de las Basílicas: Hechos 28,11-16.30-31; Salmo 97,2-6 • MATEO 14,22-33)
SEÑOR, mientras unos te miran con rabia y quieren quitarte de en medio, la gente sencilla estaba pendiente de tus labios. ¿Con quién estoy? Tú sabes que, como María de Betania, me quedaría muy a gusto a tus pies, escuchando tu palabra de vida, lo único necesario. Pero tengo que hacer también las faenas de Marta. Haz que, en medio de los trabajos de esta vida, nunca olvide que tu presencia en mí hace que yo sea casa de oración. Y que jamás la profane, ni, menos, intente echarte de ella: cuento con tu Misericordia para perseverar en la gracia y ser yo misericordioso. ¡Antes morir que pecar! (Sigue tu oración personal).

El pueblo entero

estaba pendiente de sus labios.









viernes, 18 de noviembre de 2016

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL JUEVES 17/11/2016




Tiempo Ordinario/33°  Salterio 1° Semana. Tomo IV
Jueves 17 Noviembre









Santos ISABEL DE HUNGRÍA re nif, Acisclo mr,
Aniano ob, Hugo ob, Hilda ab, Filipina Duchesne rl,
Juan del Castillo pb mr

Papa Francisco: El Señor llora por el cierre del corazón de la ciudad elegida, el pueblo elegido. ¡No tenía tiempo para abrirle la puerta! Estaba demasiado ocupada, demasiado satisfecha de sí
misma. Y Jesús sigue tocando a las puertas, como ha llamado a la puerta del corazón de Jerusalén: a las puertas de sus hermanos, de sus hermanas; a nuestras puertas, a las puertas de nuestros corazones, a las puertas de su Iglesia. Jerusalén se sentía feliz, tranquila con su vida y no tenía necesidad del Señor: no se había dado cuenta de que necesitaba la salvación. Y por eso ha cerrado su corazón ante el Señor. El llanto de Jesús por Jerusalén es el llanto por su Iglesia, hoy, por nosotros. Y de esto tenía miedo Jerusalén: de ser salvada por el camino de las sorpresas del Señor. Tenía miedo del Señor, de su Esposo, de su Amado. Y así Jesús llora. Cuando el Señor visita a su pueblo, nos trae la alegría, nos lleva a la conversión. Y todos nosotros no tenemos miedo de la alegría ¡no!. Pero sí de la alegría que trae al Señor, porque no podemos controlarla. Tenemos miedo de la conversión, porque convertirse significa dejar que el Señor nos guíe.




PALABRA
Al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: «¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus ene-
migos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrastrarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida».


ORACIÓN:
Apocalipsis 5,1-10; Salmo 149,1-6.9 • LUCAS 19,41-44
SEÑOR, me conforta verte con sentimientos humanos, hasta llorar con misericordia, por tu Ciudad Santa, previendo su destrucción. Esto me da a entender tu disgusto cuando abandono la casa paterna, y tu alegría cuando recobro la dignidad de hijo de Dios. ¡Que comprenda en este día lo que conduce a la paz y a la salvación, y no pierda el tiempo en ocupaciones estériles o, peor, perniciosas! Sólo podré escapar de los enemigos que me cercan cuando robustezcas mi fe y esté perfectamente unido a tu corazón misericordioso por la amistad. (Sigue tu oración personal).

Porque no reconociste

el momento de mi venida.






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