Tiempo Ordinario/33° Salterio 1° Semana. Tomo IV
Viernes 18 Noviembre
DEDICACIÓN DE LAS BASÍLICAS DE
SAN PEDRO Y SAN PABLO, San Román mr.
Ntra. Sra. de la Divina Providencia
Papa Francisco: Jesús purifica el templo. Pero lo hace con el látigo en la mano. Se pone a expulsar las actitudes paganas, en este caso de los mercaderes que vendían y habían transformado el templo en pequeños negocios para vender, para cambiar las monedas, las divisas. Jesús purifica el templo reprendiendo: Está escrito: mi casa será casa de oración y no de otra cosa. El templo es un lugar sagrado. Y nosotros debemos entrar allí, en la sacralidad que nos lleva a la adoración. No hay otra cosa. San Pablo nos dice que somos templos del Espíritu Santo. Podemos hablar de una especie de adoración, que es el corazón que busca al Espíritu del Señor dentro de sí. Y sabe que Dios está dentro de sí, que el Espíritu Santo está dentro de sí y escucha y le sigue. También nosotros debemos purificarnos continuamente porque somos pecadores: purificarnos con la oración, con la penitencia, con el sacramento de la reconciliación, con la Eucaristía.
PALABRA:
Entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, di-
ciéndoles: «Escrito está:"Mi casa es casa de oración"; Pero vosotros
la habéis convertido en una "cueva de bandidos"». Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.
ORACIÓN:
Apocalipsis 10,8-11; Salmo 118,14.24.72.103.111.131 • LUCAS 19,45-48
( Dedicación de las Basílicas: Hechos 28,11-16.30-31; Salmo 97,2-6 • MATEO 14,22-33)
SEÑOR, mientras unos te miran con rabia y quieren quitarte de en medio, la gente sencilla estaba pendiente de tus labios. ¿Con quién estoy? Tú sabes que, como María de Betania, me quedaría muy a gusto a tus pies, escuchando tu palabra de vida, lo único necesario. Pero tengo que hacer también las faenas de Marta. Haz que, en medio de los trabajos de esta vida, nunca olvide que tu presencia en mí hace que yo sea casa de oración. Y que jamás la profane, ni, menos, intente echarte de ella: cuento con tu Misericordia para perseverar en la gracia y ser yo misericordioso. ¡Antes morir que pecar! (Sigue tu oración personal).
El pueblo entero
estaba pendiente de sus labios.