jueves, 12 de enero de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MIÉRCOLES 11/01/2017




Después de Epifanía.
2° del salterio
1.1n 4,11-18 / Sal 71 /Mc 6,45-52
Miércoles 11 Enero







Higinio; Paulino de Aquilea; Bta. Ana María Janer;
Bto. Francisco Rogaczewski

PALABRA:
Marcos 6,45-52
Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús en seguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada, va hacia ellos andando sobre el lago, e hizo ademán de pasar de largo. Ellos, viéndolo andar sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque al verlo se habían sobrésaltado. Pero él les dirige en seguida la palabra y les dice: «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo». Entró en la barca con ellos, y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender.




Rezar es una sublime cita con el Amor
La escena es fascinante. Primero, contemplamos a Jesús retirándose solo a rezar; a continuación, le vemos caminando sobre el mar; luego, los discípulos, turbados y espantados; y, enseguida, las palabras del Señor: «¡Ánimo!», que soy yo. ¡No tengáis miedo!». ¡Cuántas lecciones para nuestra vida! Jesús reza a solas en el monte, en silencio y en soledad. Toda su vida es un diálogo constante con el Padre. Y nosotros, ¿cómo rezamos?, ¿qué lugar ocupa la oración en nuestras vidas? Rezar es desear encontrarnos con Dios; orar es una sencilla y sublime cita con el Amor. El gusto de la oración es sabernos criaturas amadas ante el Creador. Orígenes nos dice: «Reza sin parar aquel que une la oración a las obras y las obras a la oración». Hemos de actuar siempre desde el diálogo continuo que Jesús nos ofrece, en el sosiego del espíritu. La oración es el respirar del amor.

ORACIÓN:
Señor, hoy recordamos a san Eulogio de Córdoba, sabio, maestro de sabios y testigo de tu amor. Como él, también nosotros queremos testimoniar nuestra fe en la sociedad de hoy, con palabras y obras que nos broten del corazón. Porque el mundo sigue necesitando más testigos que maestros.








miércoles, 11 de enero de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MARTES 10/01/2017




Después de Epifanía.
2° del salterio
1.1n 4,19-5,4 /Sal
71 / Lc 4,14-22a
Martes 10 Enero






Agatón; Leonia
Aviat; Bta. Ana
de los Ángeles
Monteagudo;
Bta. Ma Dolores 
Rodríguez Sopeña


Lucas 4,14-22a
En aquel tiempo, Jesús, con la fuerza del Espíritu, volvió a Galilea y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y dar a los ciegos la vista. Para dar libertad a los orpimidos, para anunciar el año de gracia del Señor». Y enrollando el libro, lo devolvió al que le servía y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír». Y todos expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.



¡Cómo nos transforma el Espíritu del Señor!
«El Espíritu del Señor está sobre mí», dirá Jesús, haciendo suyo este texto mesiánico. Es el Espíritu del Amor, que así como hizo del Mesías «el ungido para llevar la buena nueva a los pobres», también «reposa» en nosotros y nos conduce hacia el amor perfecto, como nos dice el concilio Vaticano II: «Todos los fieles, de cualquier estado o condición, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad». El Espíritu Santo nos transformará como hizo con los apóstoles, para que podamos actuar bajo su moción, otorgándonos sus frutos y, así, llevarlos a todos los corazones: «caridad, paz, alegría, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza». Jesús, ungido, viene a remediar el sufrimiento humano: el dolor de los pobres, los ciegos, los oprimidos.



ORACIÓN:
Señor, envíanos tu Espíritu, para que también nosotros, ungidos con tus dones, salgamos por todos los caminos de la tierra, llevando el bálsamo de nuestro amor generoso para curar todas las heridas de nuestros hermanos.





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