Después de Epifanía.
2° del salterio
1.1n 4,11-18 / Sal 71 /Mc 6,45-52
Miércoles 11 Enero
Higinio; Paulino de Aquilea; Bta. Ana María Janer;
Bto. Francisco Rogaczewski
PALABRA:
Marcos 6,45-52
Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús en seguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada, va hacia ellos andando sobre el lago, e hizo ademán de pasar de largo. Ellos, viéndolo andar sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque al verlo se habían sobrésaltado. Pero él les dirige en seguida la palabra y les dice: «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo». Entró en la barca con ellos, y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender.
Rezar es una sublime cita con el Amor
La escena es fascinante. Primero, contemplamos a Jesús retirándose solo a rezar; a continuación, le vemos caminando sobre el mar; luego, los discípulos, turbados y espantados; y, enseguida, las palabras del Señor: «¡Ánimo!», que soy yo. ¡No tengáis miedo!». ¡Cuántas lecciones para nuestra vida! Jesús reza a solas en el monte, en silencio y en soledad. Toda su vida es un diálogo constante con el Padre. Y nosotros, ¿cómo rezamos?, ¿qué lugar ocupa la oración en nuestras vidas? Rezar es desear encontrarnos con Dios; orar es una sencilla y sublime cita con el Amor. El gusto de la oración es sabernos criaturas amadas ante el Creador. Orígenes nos dice: «Reza sin parar aquel que une la oración a las obras y las obras a la oración». Hemos de actuar siempre desde el diálogo continuo que Jesús nos ofrece, en el sosiego del espíritu. La oración es el respirar del amor.
Señor, hoy recordamos a san Eulogio de Córdoba, sabio, maestro de sabios y testigo de tu amor. Como él, también nosotros queremos testimoniar nuestra fe en la sociedad de hoy, con palabras y obras que nos broten del corazón. Porque el mundo sigue necesitando más testigos que maestros.