II del TO.
2° del salterio
Heb 5,1-70 /Sal 109 -
/ Mc 2,18-22
Santos
Canuto IV; Bto.
Marcelo Spínola
PALABRA:
Marcos 2,18-22En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?». Jesús les contestó: «¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán. Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».
Jesús está de parte de la vida
He aquí un texto fácil y difícil, a la vez. Fácil, porque nos presenta a un Dios de vida y de felicidad. Difícil, porque hemos de captar bien las palabras del Señor a propósito del ayuno. Los seguidores de Juan y los fariseos estaban de ayuno, quizás con la vieja idea de que era agradable a Dios, sin descubrir esa otra dimensión de pórtico, de purificación para el encuentro. Cristo habla de sus apóstoles como si estuvieran asistiendo a una boda, acompañando al novio y, por tanto, saboreando ese momento de alegría. La satisfacción de Dios no puede estar en las privaciones o en que sus discípulos lo pasemos mal. Todo lo contrario: Dios está más satisfecho cuando nos sentimos felices, con la sonrisa abierta a la esperanza. Vendrán los «ayunos» y las dificultades después, cuando el esposo no esté con nosotros.
Ayunar es compartir. No es la privación lo que nos hará felices sino el que captemos su dimensión más importante: la entrega a Dios y al prójimo. Compartir es hacer partícipes a los demás de nuestras pequeñas cosas y también de nuestros grandes dones.