II del T.O.
2° del salterio
Heb 7,25-8,6 /Sal
39 / Mc 3,7-12
Domingo 22 Enero
S. Vicente, m.o.
Vicente Pallotti;
Gaudencio;
Anastasio el Persa;
Domingo de Sora;
Bta. Laura Vicuña
Marcos 3,7-12
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una lancha, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.
Jesús, vencedor del mal
Jesús vence al mal, a Satanás, al pecado, a la muerte, a todo lo que no nos permite vivir más felices, más satisfechos con nosotros mismos. Y por eso, la gente le busca, le sigue, quiere apretujarle para recibir esa fuerza curativa que les libera de sus opresiones. A Jesús le interesaba la gente y se interesaba por la gente. Procuraba que tuvieran salud, atendía sus enfermedades, les ofrecía alimentos y establecía entre todos unas buenas relaciones humanas, superando odios y rencillas. Fuera los miedos y fuera las posesiones, las esclavitudes, tantos males como entorpecen nuestro caminar. Jesús quiere que la gente encuentre su camino, viva feliz, enjugue sus lágrimas, sacie su hambre, recupere la salud. Todo esto es una maravilla. Y por eso, le seguía la muchedumbre en Galilea.
ORACIÓN:
Señor, abre nuestros caminos al encuentro contigo, para que aprendamos así a recibir todos tus beneficios: la salud, el alimento, la buena relación con el prójimo, las pequeñas felicidades de cada jornada.