domingo, 12 de febrero de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL DOMINGO 12/02/2017



V del T.O.
l a del salterio
Gén 2,18-25 / Sal
127 / Mc 7,24-30






Melecio; Gaudencio;
Modesto

PALABRA:
Marcos 7,24-30
En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era griega, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: «Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos». Pero ella replicó: «Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños». Él le contestó: «Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija». Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.



Los argumentos del corazón mueven montañas
Este pasaje, con datos desconcertantes, brilla con especial fuerza para nosotros: Jesús es fuente de salud y de vida para cualquier persona, sea de la cultura que sea y tenga la religión que tenga. Jesús cura a la hija de aquella mujer pagana, una mujer sencilla, humilde, confiada. La bondad de Jesús, su humanidad abierta a todos, supera cualquier división, cualquier distancia. Esta mujer nos ofrece varias enseñanzas concretas: primera, los argumentos del corazón mueven montañas; segunda, no le importa asemejarse a un perrillo que come las migajas de pan; tercera, lo que le importa es que Jesús cure a su hija. Ese amor de madre que quiere para su hija lo mejor, un amor de coraje, de entrega, de llamadas ardientes al corazón de aquel Jesús que obraba prodigios.






«Oh Jesús, ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya. Inunda mi alma de tu espíritu y vida. Penétrame y aduéñate tan por completo de mí, que toda mi vida sea una irradiación de la tuya» (Beato Newman).



           




CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL SÁBADO 11/02/2017 DÍA DE LOURDES




V del T.O.
I a del salterio 
Gén 2,46-9.15-17
 /Sal 103 /Mc 
7,14-23






Na Sra. de 
Lourdes, m.I. 
Benito de Aniano; 
Gregorio II; Pascual I;
Bto. Tobías Borras

PALABRA:
Marcos 7,14-23
En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír que oiga». Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. Él les dijo: «¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y se echa en la letrina». (Con esto declaraba puros todos los alimentos). Y siguió: «Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».



Miremos hoy nuestro corazón
Los maestros de la ley afirmaban que lo impuro venía de fuera: de ahí, la necesidad de las abluciones continuas, de tantos preceptos legales. Pero llega Jesús y cambia por completo el planteamiento: lo impuro surge de dentro y está en el comportamiento ético de las personas. Solamente lo que sale del corazón, de lo más hondo de cada uno, eso es lo que nos hará malas personas. Está claro el criterio de Jesús: las cosas de este mundo, de por sí, no encierran la maldad. La maldad se la ponemos nosotros: en la utilización, en las intenciones, en los resultados. Conviene que examinemos hoy nuestro corazón para ver bien cuáles son sus verdaderos contenidos. Jesús cura y sana, yendo primero al corazón, al interior de cada persona.



Virgen de Lourdes, Señora y Madre nuestra, en este Día del Enfermo, acércate a nuestras ciudades sanitarias, a nuestros hospitales, donde el dolor hace estragos en los cuerpos yen las almas. Limpia nuestras heridas y alivia nuestros padecimientos, con tus caricias de Madre buena.




             




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