Iº de Cuaresma
lª del salterio
Jon 3,1-10 / Sal 50/
Lc 11,29-32
Roberto de
Arbrissel; Walburga;
Luis Versiglia y
Calisto Caravario
PALABRA:
Lucas 11,29-32
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».
Todos pedimos señales
Todos pedimos señales, prodigios, milagros. Todos pedimos que Dios se nos manifieste no solo con su palabra sino, sobre todo, con sus acciones, para que se solucionen los problemas de nuestra vida concreta. El afán de los milagros, de las curaciones instantáneas. Así desaparecerán nuestras dudas. Y creeremos enseguida. En cambio, la respuesta de Jesús es distinta: «Atrévete a cambiar de mentalidad y de vida, y te darás cuenta de que, al verle sentido a tu vida y al sentirte mejor y hasta feliz, no te quedará más remedio que reconocer que «aquí hay algo que es más que Jonás». Es decir, aquí está Dios con nosotros, a nuestro lado. El día que cambies de vida, le verás sentido a Jesús.
No tener demasiado. No tener solo para sí No tener a costa de los otros. Tener para servir. Hacer que todos tengamos por igual. No ser «tenidos» por nada. ¡Bienaventurados los que saben tener y dejar de tener así, porque de ellos es el Reino!
1ºde Cuaresma
lª del salterio
Is 55,10-11 / Sal 33
/ Mt 6,7-15
Viernes 24 Febrero
Modesto; Bta. Mª
Josefa Naval; Bta.
Ascensión del
Corazón de Jesús
PALABRA:
Mateo 6,7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno". Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas».
La oración que rezó Jesús
¡Qué hermosa la oración del Padrenuestro! Hay una observación que me encanta: «esta oración salió de los labios de Jesús, fue rezada por él». «Orar es colocarnos en los brazos de Dios», nos decía el santo papa Juan Pablo II. Orar es abrirnos al Señor, hablarle y escucharle, interiorizar su Palabra. Orar es «sentir» la presencia del Señor en nuestras vidas. El Padrenuestro tiene preciosos y esenciales destellos para nosotros: primero, creemos en un Dios que es Padre; segundo, suscita en nosotros una inmensa confianza; tercero, es un Padre del que tenemos que fiarnos siempre; cuarto, es un Padre siempre bueno, tanto con los buenos como con los malos. Orar es sentir la necesidad de una voz, de una palabra, de unos brazos infinitos que sostengan nuestra existencia, con tantas carencias como necesidades.
Padre nuestro que estás en el cielo, y también, siempre a mi lado, pendiente de mí, de mis necesidades apremiantes, de mis agobios lacerantes, de mis situaciones más difíciles, cuando río y cuando lloro... Padre nuestro, haz que sienta tu presencia en mi corazón, en mis pasos, en mi caminar por los senderos de la historia, siempre llevado de tu mano.