sábado, 25 de marzo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL VIERNES 24/03/2017






V de Cuaresma
lº del salterio
Núm 21,4-9/Sal
101 /Jn 8,21-30






Catalina de Suecia;
Bto. Diego José de
Cádiz; Bta. María

Karlowska



 PALABRA:
Juan 8,21-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Yo me voy y me Buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros». Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: "Donde yo voy no podéis venir vosotros"?». Y él continuaba: «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados». Ellos le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les contestó: «Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él». Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada». Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él. 



«¿Quién eres Tú, Señor?» 
La vida de Jesús resulta desconcertante para los que le seguían, sobre todo para los fariseos. Por una parte, veían en él a un hombre y, por otra, escuchaban de sus labios palabras que solo podían venir de Dios. Así, surge la pregunta directa: «¿Quién eres tú?». Jesús explica su procedencia del Padre, que le ha enviado, está con él y no lo deja solo. Jesús, por su parte, hace siempre lo que le agrada al Padre. Pero los fariseos no entienden que Dios es Padre sino que lo ven y lo presentan como juez, que castiga a los que no son como ellos, cumplidores a rajatabla de las leyes y los preceptos. Lo más importante es que descubramos a Dios en la presencia de Jesús, en su forma de actuar, de comportarse, en sus palabras y en sus gestos. Jesús nos dice cómo actúa Dios, cómo se comporta, qué ocurre y qué acontece cuando se hace presente en la vida.





viernes, 24 de marzo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL JUEVES 23/03/2017




V de Cuaresma 
1º del salterio
Dan 13,1-9.15-17 
19-30.33-62/Sal 
22 /In 8,1-11






Toribio de
Mogrovejo, c.
José Oriol; Lidia;
Fidel; Bto. Alvaro del 
Portillo


PALABRA:
Juan 8,1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E, inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».


¡Dios nunca se cansa de perdonar!
En el rezo de su primer Ángelus, tras su elección como Pontífice, el papa Francisco comentó hermosamente este pasaje: «Nos conmueve la actitud de Jesús con la mujer adúltera: "Tampoco yo te condeno". El rostro de Dios es el de un Padre misericordioso. Siempre tiene paciencia. Tiene paciencia con nosotros. ¡Dios nunca se cansa de perdonarnos! ¡Nunca! El problema es que nosotros nos cansemos de pedir perdón. Pero él nunca se cansa de perdonar; somos nosotros los que, a veces, nos cansamos de pedir perdón. Tenemos que aprender a ser más misericordiosos con todos». ¡Qué mensaje tan conmovedor el que nos dejó el papa Francisco. Aprendámoslo bien: «Dios nunca se cansa de perdonarnos». Basta que nosotros se lo pidamos con fe. La paz será el premio. Y una sonrisa que embriaga de ternura nuestras vidas.







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