lunes, 27 de marzo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL DOMINGO 26/03/2017




V de Cuaresma
lº del salterio
Gén 17,3-9 / Sa1104

/Jn 8,51-59
Domingo 26 Marzo







Braulio de Zaragoza;
Montano y Máxima;
Bta. Magdalena

Catalina Morano

JORNADA PRO-VIDA
PALABRA:

Juan 8,51-59
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre». Los judíos le dijeron: «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?». Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría». Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?». Jesús les dijo: «Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo». Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

Una vida con esperanza

A los pocos días de ser elegido, el papa Francisco lanzó este reto a los jóvenes: «Por favor, no os dejéis robar la esperanza». Jesús nos ofrece una vida con esperanza: «quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre». Se trata de una vida con esperanza, es decir, con plenitud de sentido. No obstante, a veces nos encontramos con un cristianismo aferrado a costumbres y a legislaciones que ensombrecen su verdadero horizonte. Es lo que le pasó a los fariseos del tiempo de Jesús. Querían mantener sus costumbres, cerraban sus ojos a ese mundo nuevo, a esa vida nueva que les presentaba Jesús. No lo aceptan. Más aún, se oponen a él con todas sus fuerzas, llegando a la descalificación de su vida y a la agresión personal. «Nunca os dejéis vencer por el pesimismo», nos ha dicho el Papa en muchas ocasiones.







domingo, 26 de marzo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL SÁBADO 25/03/2017


Oficio de la S.

157,10-14;8,10/ 
Sa139 / Heb 10,4-10 
/ Lc 1,26-38
Sábado25 Marzo






Anunciación del 
Señor, s.
Isaac; Lucía Filippini; 
Sebastián de

Aparicio

PALABRA:
Lucas 1,26-38
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de
gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel la dejó.

La fuerza del «hágase»
Acaso una de las palabras más importantes de la historia de la humanidad sea la palabra «hágase». Cuatro «hágases» sostienen como columnas el mundo. Primero, el «hágase» de la Creación: «Hágase la luz», dijo Dios y creó el universo. Segundo, el «hágase» de la Encarnación: «Hágase en mí según tu Palabra», palabras de María al arcángel Gabriel, y Dios pone su tienda de campaña entre nosotros. Tercero, el «hágase» de la Redención: «Haz que pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya». Cuarto, el «hágase» de nuestra santificación, que sale de nuestros labios cuando rezamos el Padrenuestro: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». María se abre a la voluntad de Dios, al proyecto de Dios sobre Ella. Y lo acepta plenamente.






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