V de Cuaresma
1° del salterio
Jer 20,10-73 /Sal
17 /ln 70,37-42
Lunes 27 Marzo
Ruperto; Lidia; Bto.
Francisco Faá di
Bruno
Juan 10,31-42
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?». Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios». Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre». Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad». Y muchos creyeron en él allí.
La fuerza de los testigos
Prosigue ese enfrentamiento entre los fariseos y Jesús. No pueden entender que sea hombre y que sea Dios. Todo el mundo veía que era un hombre. Y todo el mundo veía que hablaba como Dios. Por eso, por no entenderlo, califican de «blasfemia» cuanto dice. Pero allí estaban sus obras: acoger a todo el mundo, curar a los enfermos, orientar e iluminar a los descarriados, ofrecer paz y consuelo a la gente desolada. «Creed en mis obras», dice el Señor. En este mundo nuestro, el argumento central de las mejores convicciones será siempre el de las obras, el del testimonio fiel, siguiendo los pasos de Jesús. La gente, decía Pablo VI, escucha más y se convence mejor por los testigos que por los maestros. Y si escucha a los maestros es porque también son testigos.