miércoles, 29 de marzo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MARTES 28/03/2017


V de Cuaresma
1° del salterio
Ez 37,21-28/Sal
ler 31,10-13 / in
11,45-57
Martes 28 Marzo



Sixto III; Gontrán;
Doroteo; José
Sebastián Pelczar

PALABRA:
Juan 11,45-57
En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación». Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vo
sotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera». Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina del desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: «¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?». Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.


«Y decidieron darle muerte...»
Jesús acaba de devolver la vida a Lázaro. Jesús, cada día que pasaba, tenía más poder de atracción sobre la gente. Y los dirigentes judíos se daban cuenta de que mucha gente tomaba a Jesús en serio. En ese momento, surge la alternativa: «O él o nosotros». Y tomaron la decisión lógica: «hay que darle muerte». Aquellos dirigentes se dan cuenta de que no pueden compaginar sus planteamientos con los de Jesús. Para nosotros, el problema principal radica cuando intentamos «compaginarlo todo». Y colocamos a Jesús en el centro de tantas actividades, actitudes y decisiones que no son evangélicas. Entonces, surge un cristianismo hipócrita, escandaloso.





martes, 28 de marzo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL LUNES 27/03/2017



V de Cuaresma 
1° del salterio
Jer 20,10-73 /Sal

17 /ln 70,37-42
Lunes 27 Marzo





Ruperto; Lidia; Bto. 
Francisco Faá di 
Bruno

PALABRA:
Juan 10,31-42 
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?». Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios». Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre». Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad». Y muchos creyeron en él allí.


La fuerza de los testigos
Prosigue ese enfrentamiento entre los fariseos y Jesús. No pueden entender que sea hombre y que sea Dios. Todo el mundo veía que era un hombre. Y todo el mundo veía que hablaba como Dios. Por eso, por no entenderlo, califican de «blasfemia» cuanto dice. Pero allí estaban sus obras: acoger a todo el mundo, curar a los enfermos, orientar e iluminar a los descarriados, ofrecer paz y consuelo a la gente desolada. «Creed en mis obras», dice el Señor. En este mundo nuestro, el argumento central de las mejores convicciones será siempre el de las obras, el del testimonio fiel, siguiendo los pasos de Jesús. La gente, decía Pablo VI, escucha más y se convence mejor por los testigos que por los maestros. Y si escucha a los maestros es porque también son testigos.                                                                                                                                          


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