Cultivarse es crecer, la ira no hace nada por nadie, la paciencia es la madre del buen carácter, quienes la cultivan disfrutaran de larga vida
sábado, 8 de abril de 2017
CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL VIERNES 07/04/2017
Viernes 07 Abril
Oficio propio
He 2,36-41 /Sal 32
/1n20,11-18
Octava de Pascua
Juan Bautista de
La Salle; Afraates;
Donato y Rufino;
Enrique Walpole
PALABRA:
Juan 20,11-18
En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué
lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro"». María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».
La singular importancia de la mujer
En la vida de Jesús tienen singular importancia las mujeres. Ellas le acompañaron. Se dejó besar, tocar y perfumar por ellas. Siempre las comprendió, las disculpó, les devolvió su dignidad. Yen los relatos de Pascua, las primeras apariciones del Resucitado son para las mujeres, hasta el punto de que ellas fueron las primeras que anunciaron que Jesús, el Señor, está vivo entre nosotros. En sus rostros aparecen las lágrimas: «se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto», dirá María. Brilla el amor, la generosidad, la búsqueda del Maestro, la emoción del encuentro con Él. Y son ellas las que reciben el encargo de anunciar a los apóstoles que Cristo ha resucitado.
Señor, te pedimos hoy por las mujeres, para que vivan siempre con su dignidad a flor de piel y para que encuentren en la Iglesia ese papel de testigos privilegiados en el momento de tu resurrección.
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PALABRA Y VIDA
viernes, 7 de abril de 2017
CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL JUEVES 06/04/2017
Jueves 06 Abril
Octava de Pascua Celestino I; Bta.
Pierina Morosini;
Bto. Ceferino
Agostini
Oficio propio
He 2,14.22-33 /Sal
15 / Mt 28,8-15
PALABRA:
Mateo 28,8-15
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros». Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
«Alegraos»
«Alegraos», dice el Señor a las mujeres cuando se marchan del sepulcro. La alegría es una de las claves. ¡Cómo van transformándose aquellos apóstoles cuando van constatando la presencia del Señor en medio de ellos! Nuestra fe se basa en el testimonio de aquellos discípulos. ¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo vive! Todas las apariciones se van convirtiendo en manantiales de alegría, de gozo. Los cristianos somos testigos de la resurrección. Y, por tanto, testigos alegres, renovados, con una vida que resplandece y contagia optimismo, esperanza, alegría. La presencia del Señor es garantía de una vida feliz. Y, muchas veces, nos empeñamos en presentar solo la cruz, sin ofrecer al mismo tiempo el triunfo sobre todas las cruces de la tierra.
Señor, danos esa alegría que se transparenta en nuestros semblantes cargados de sonrisas; en nuestras manos dispuestas para el abrazo; en nuestros pasos seguros porque caminamos de tu mano; en nuestro corazón lleno de Ti, siempre.
Octava de Pascua Celestino I; Bta.
Pierina Morosini;
Bto. Ceferino
Agostini
Oficio propio
He 2,14.22-33 /Sal
15 / Mt 28,8-15
PALABRA:
Mateo 28,8-15
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros». Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
«Alegraos»
«Alegraos», dice el Señor a las mujeres cuando se marchan del sepulcro. La alegría es una de las claves. ¡Cómo van transformándose aquellos apóstoles cuando van constatando la presencia del Señor en medio de ellos! Nuestra fe se basa en el testimonio de aquellos discípulos. ¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo vive! Todas las apariciones se van convirtiendo en manantiales de alegría, de gozo. Los cristianos somos testigos de la resurrección. Y, por tanto, testigos alegres, renovados, con una vida que resplandece y contagia optimismo, esperanza, alegría. La presencia del Señor es garantía de una vida feliz. Y, muchas veces, nos empeñamos en presentar solo la cruz, sin ofrecer al mismo tiempo el triunfo sobre todas las cruces de la tierra.
Señor, danos esa alegría que se transparenta en nuestros semblantes cargados de sonrisas; en nuestras manos dispuestas para el abrazo; en nuestros pasos seguros porque caminamos de tu mano; en nuestro corazón lleno de Ti, siempre.
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