Viernes 05 Mayo
V de Pascua
1º del salterio
He 14,19-28/Sal
144 /In 14,27-31a
Nª Sra. de Gracia;
Nª Sra. de África;
Máximo de
Jerusalén; Martín
de Finojosa
Juan 14,27-31a
1;n aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el inundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuesro lado". Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago».
El don de la paz
Jesús deja a sus discípulos el don de la paz. La paz, con visión de nuestro mundo, se centra en el «equilibrio de las fuerzas», en las posibilidades de ganar en los enfrentamientos, en el «orden establecido». Es una paz de armas y de violencia. La paz de Jesús, por el contrario, se basa en la verdad, en el amor, en la justicia, en la libertad. Es la paz del que tiende sus manos para el abrazo, del que tiende como puente su corazón. Es la paz del diálogo y del entendimiento. Quizás, para ello, hemos de colocar, pedir y conseguir paz en nuestras conciencias libres: la paz personal, la paz familiar, la paz social, la paz internacional. Conciencias iluminadas por la presencia del Señor que saben de sonrisas abiertas, tras eliminar los puños cerrados.
Señor, danos tu paz, esa armonía que nos hace sentirnos reconciliados con nosotros mismos, con los demás, con el universo entero, contemplado como tu escenario para el desarrollo de Id historia. La paz brota del manantial del bien.