Lunes 08 Mayo
V de Pascua
1ºdel salterio
He 15,22-31 /Sal 56
/In 15,12-17
Na Sra. de la Salud;
Bonifacio IV;
Magdalena de
Canossa; Víctor de
Milán; Bta. Ulrike
Nish
Juan 15, 12-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
Jesús nos ofrece y nos explica el «mandamiento de la felicidad»: «que os améis unos a otros como yo os he amado». Y enseguida nos señala sus destellos más hermosos: respeto, aceptación, estima, libertad. No se trata de poseer, ni de dominar, ni de apropiarse de nadie, y menos, de aprovecharse de las personas que amamos. Se trata de un amor que valora, enriquece, se desvive, ayuda, soluciona, da la vida en oleadas de servicialidad. En ese amor está el secreto de la verdadera felicidad. No es el amor humano que surge de las entrañas, con sus reglas de juego, para su desarrollo. Es el amor que Dios nos da, que recibimos de Jesús cada día, y que nosotros derramamos en nuestro prójimo, con el mismo sello que Dios le pone.
Señor, haz que tu amor nos transforme, sintiéndonos hermanos, hijos tuyos, y que ese amor que de Ti recibimos, lo derramemos nosotros en oleadas de servicio, de vida, de entrega, de enriquecimiento y de ayuda a los demás.