Viernes 12 Mayo
VI de Pascua
2° del salterio
He 16,22-34/Sal
137 /In 16,5-11
Stos. Pancracio,
Nereo y Aquiles
m.l.
Domingo de la
Calzada; Epifanio;
Leopoldo; Germán
PALABRA:
Juan 16,5-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?". Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado».
«Tendréis un Defensor»
Jesús nos promete un Defensor. Estará en el centro, junto a nosotros, porque solos no podemos caminar, ni enfrentarnos a los mil problemas que irán surgiendo en la construcción de un mundo nuevo. Podemos recordar hoy aquella hermosa frase de Benedicto XVI, cuando nos decía: «el que reza nunca está solo». Un cristiano nunca está solo. Jesús nos ha prometido un Defensor, el Espíritu Santo, dador de dones, que nos ofrece vida a raudales, nos fortalece, nos alienta, nos ayuda y da fuerza en las batallas más terribles. Un cristiano ha de sentirse siempre protegido en su caminar por la historia. Pertenece al pueblo de Dios, camina bajo su cayado, y Dios nos envía ese Defensor, al que hemos de invocar con entusiasmo e ilusión. Ganaremos así todas las batallas.