martes, 30 de mayo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL LUNES 29/05/2017




VIII del TO.
4° del salterio
Si 44,1.9-13 /Sal
149 / Mc 11,11-26







Maximino; Úrsula 
Ledochowska; Bto. 
José Gerard; Bto.
José Kowalski; Bta. 
Elia de S. Clemente


PALABRA:

Marcos 11,11-21
Después que la muchedumbre lo hubo aclamadc entró Jesús en Jerusalén, derecho hasta el templo, lo estuvo observando todo y, como era ya tarde, se marchó a Betania con los Doce. Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces le dijo: «Nunca jamás coma nadie de ti». Los Discípulos lo oyeron. Llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que traficaban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie transportar objetos por templo. Y los instruía, diciendo: «¿No está escrito: "Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos"? Vosotros, en cambio la habéis convertido en cueva de bandidos». Se enteraron los sumo sacerdotes, y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo mundo estaba asombrado de su doctrina, buscaban una manera d acabar con él. Cuando atardeció, salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en 1a cuenta y dijo a Jesús: «¡Maestro, mira!, la higuera que maldijiste se ha secado». Jesús contestó: «Tened fe en Dios. Os aseguro que uno dice a este monte: "Quítate de ahí y tírate al mar", no con dudas sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la ha concedido, y la obtendréis. Y cuando os pongáis a orar, perdonad 1o que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas».

Señor, nosotros hemos de contemplar nuestras manos y nuestro corazón: ¿somos como aquella higuera maldita que no da fruto?, ¿cuáles son los frutos que ofrecemos y los que debemos de ofrecer?, ¿qué nos pides cada día?, ¿cuál es nuestra misión y nuestra tarea?                                                                                 






lunes, 29 de mayo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL DOMINGO 28/05/2017




Domingo 28 Mayo
Oficio de la f.
1s 52,13-53,12 (o
bien: Heb 10,12-23)
/Sa139/Lc
22,14-20






Jesucristo.
sumo y eterno
sacerdote, f.
Andrés Salos; Germán
de París; Lanfranco de
Canterbury



PALABRA:
Lucas 22,14-20
Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios». Y, tomando una copa pronunció la acción de gracias y dijo: «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios». Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía». Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros».



«Danos, Señor, sacerdotes santos»
En la última cena, Jesús sabe que inaugura una nueva alianza, una alianza que se establece no ya con el compromiso de cumplir las normas de la Ley, sino con la entrega amorosa y obediente de la propia vida. Es el grano de trigo que cae en tierra y muere. Los granos de uva arrancados de la vid, estrujados, pisados, muertos para que sean vino, que muere en nosotros al beberlo y nos da fuerza y alegría. Sobre la mesa de la despedida, Jesús se reconoce en el pan y el vino, que muere para que otros tengan vida. E instituye la Eucaristía. Y nos deja el sacerdocio y los sacerdotes, como maestros de la Palabra, ministros de los sacramentos y guías de la comunidad. Los sacerdotes, Cristos vivos, sus ministros que perdonan nuestros pecados y confeccionan la Eucaristía.


Señor, danos sacerdotes santos, a la medida de tu corazón. Sacerdotes que nos enseñen las grandes lecciones de tu Evangelio, que nos transmitan, con la fuerza de su testimonio, los más hermosos valores de tu Reino: la verdad, el amor, la justicia, la libertad, la bondad, la generosidad y la paz.


          




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