Miércoles 07 Junio
Oficio de las.
ex 24,3-8 /Sal115
/ Heb 9,11-15 / Mc
14,12-16.22-26
Antonio Ma
Gianelli; Pablo de
Constantinopla; Bta.
Ana de S. Bartolomé
PALABRA:
Éxodo 24,3-8
En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; el pueblo contestó a una: «Haremos todo lo que dice el Señor». Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos». Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: «Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos».
Salmo 115
Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.
Hebreos 9,11-15
Hermanos: Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes
definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a lo profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia d las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. Por esa razón es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza;
Y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.
Marcos 14,12-16.22-26
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Él envió a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un Jántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?". Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena». Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo». Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se lo dio, y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios». Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.
Las tres procesiones del Corpus Christi
Llega la fiesta del Corpus o el Día del Señor, como se la llama también en muchos de nuestros pueblos. Fue instituida por el papa Urbano IV en 1264, por inspiración de una religiosa, Juliana de Lieja, y surge como exaltación de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. No olvidemos las tres procesiones de este día: la procesión eucarística, la de las magníficas custodias —las obras de Arfe en Toledo y Córdoba—, por nuestras calles, alfombradas de romero y tomillo; la procesión de los «Cristos rotos», los pobres, los enfermos, los desamparados, los sin techo, los abandonados; y la procesión de las «manos samaritanas», la de todos aquellos que, formando una caravana de fe y de esperanza, salen al encuentro de los que sufren para aliviar su dolor. Por eso, hoy se celebra el Día de la Caridad, el día del amor hecho abrazo y entrega generosa.
Señor, yo quiero participar en esas tres procesiones de la fiesta del Corpus, de tu Cuerpo real y vivo entre nosotros: acompañarte por las calles en la procesión; formar parte de los que sufren; y extender mis manos para ayudarte en mi prójimo necesitado.