Domingo 18 Junio
XI del TO.
3° del salterio
Xor 11,1-17 /Sal
110 / Mt 6,7-15
Marina; Gregorio
Juan Barbarigo;
Simplicio; Calógero
PALABRA:
Mateo 6,7-15En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno". Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas».
Orar es sentir que Dios nos ama
Hace muchos años, un gran historiador y un hombre profundamente creyente, José María García Escudero, decía que «el cristianismo podía reducirse a una sola palabra: Padre». Jesús nos enseña a rezar. Y el núcleo de nuestra oración es el amor de Dios. Una de las definiciones más bellas de oración nos la ofrece Jacques Philippe: «Orar es sentir que Dios está junto a nosotros, nos mira y nos ama». El santo papa Juan Pablo II nos dijo que «orar es sentirnos en los brazos de Dios». El Padrenuestro es una bellísima oración de amor, que comienza con esa palabra tan entrañable: «Padre nuestro». Padre de ternuras y bondades, padre de misericordias infinitas, padre que nos has colocado en el escenario de la historia con un proyecto en nuestras manos y en nuestro corazón, para que lo realicemos caminando junto a Ti.
Padre nuestro que estás en todos nuestros pequeños cielos y también en nuestros grandes desiertos de silencios y soledades; en nuestras alegrías y en nuestras penas; cuando el gozo inunda nuestras vidas y cuando las lágrimas se derraman por nuestras mejillas, sin consuelo. Haz que saboreemos la «filiación divina» como nuestras más hermosas señas de identidad.