Lunes 19 Junio
XI del T.O
3° del salterio
2Cor 11,18.21b-30/
Sa1 33 /Mt 6,19-23
S. Romualdo, m.l.
Gervasio y Protasio;
Juliana Falconieri;
Modesto Andlauer;
Remi Isoré
Mateo 6,19-23
En 'aquel tiempo, dijo Jesús a sus. discípulos: «No atesoréis tesoros en la tierra,- donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no ha polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!».
Tú y nadie más
«Yo y nadie más»,,gritó en su inconsciencia la poderosa Babilonia, hasta que le llegó el día en el que sus incontables grandezas se hicieron polvo con el polvo de la tierra (Is 47,10...). El Hijo de Dios nos da las pautas evangélicas a fin de que nuestras metas alcanzadas no nos arrastren al vacío y al aniquilamiento. Con qué claridad resuena su Voz: Buscad, amontonaos tesoros que sean inmunes al tiempo, a la polilla y al desgaste, a los saqueos y tragedias..., a todo tipo de deterioro. Buscad lo que permanece para siempre, sed hijos de la luz. Estos son aquellos que tienen ojos en el corazón venciendo así toda oscuridad. Oigamos al salmista: «¡Sea Dios tu delicia y Él te dará lo que pide tu corazón!» (Sal 37,4). Cuando estés abrazado a estas riquezas que te propone Jesús, dirás lo contrario que los hijos de Babilonia, aquellos que desde sus inestables alturas pregonaban ¡yo y nadie más...! Los discípulos del Señor pueden proclamar desde la Roca-Evangelio en la que han asentado su vida: ¡Tú, Dios mío, y nadie más! ¡Estoy contigo, nada me falta! (Sal 23,1).
Líbrame, Dios mío, de tener dos señores; porque uno moriría conmigo, y el otro, que serías tú, lo desconocería.