Viernes 23 Junio
XII del T.O.
4° del salterio
Gén 13,2.5-18 / Sal
14 / Mt 7,6.12-14
José Cafasso; Zenón;
Agripina; Gracia;
Lisberto; Bta.
Rafaela Santina
Mateo 7,6.12-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos».
Regla de oro para la convivencia
Todo el mundo se queja de lo difícil que resulta la convivencia. A veces, no se entiende cómo dos vidas que se unen por amor, después, a la hora de vivirlo cada jornada, se encuentran con tantos problemas. ¿No será que no existía ese amor? ¿O más bien que ese amor no tiene en cuenta la valoración de la otra persona, sus virtudes, sus defectos, sus luces y sus sombras? Jesús nos ofrece, en positivo, una vieja regla de oro, que ya se encontraba en el judaísmo: «Tratad a los demás como queréis que ellos os traten». O lo que es lo mismo: «No quieras para los demás, no hagas a los demás, lo que no quieres ni deseas para ti mismo». Jesús quiere que ese cuidado que procuramos para nosotros lo traslademos a las demás personas. Es lo mínimo que podemos hacer, al menos, en el planteamiento de una ética universal».
«¡Por los que no han sabido sospecharte, por los que tienen miedo de encontrarte, por los que piensan que, ya te han perdido, por todos los que esperan en la muerte, quiero cantarte, Amor, agradecido, porque siempre acabamos por vencerte!».