Sábado 24 Junio
Oficio de la S.
ls 49,1-6 /Sal 138
/He 13,22-26 / Lc
1,57-66.80
Natividad de S.
Juan Bautista, S.
Fausto; Longinos;
Teodulfo; Fermín;
María Guadalupe
García Zavala
PALABRA:
Lucas 1,57-66.80
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidarol niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre."La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan». Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así». Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?». Porque la mano del Serio/ estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.
«Yo soy la voz, Cristo es la Palabra»
Aparece hoy la silueta de Juan el Bautista, recordando su nacimiento. Una silueta fascinante: es un hombre creativo, libre, audaz, que cumple al pie de la letra su misión, con una coherencla que le hace brillar, no solo como profeta sino como precursor del Mesías. Juan vive en la austeridad más radical; habla con la libertad de los hijos de Dios; denuncia las situaciones injustas; invita a la conversión; se encara con los poderosos. Y testimonia con su vida todo lo que dice. El mundo de hoy necesita nuevos profetas que anuncien y denuncien; que vivan lo que predican y prediquen como voces vivas de la Palabra, que es Cristo. Acaso la gran virtud de Juan fue su valentía: no tuvo miedo, se arriesgó y pagó con su vida el cumplimiento de la misión que tenía encomendada.
Señor, danos profetas para esta hora difícil de la historia: profetas libres, audaces, coherentes, que nos transmitan con fidelidad y encanto los mensajes recibidos de Dios. El profetismo nunca puede estar en paro, porque entonces habríamos sucumbido al clamor de los necesitados, al lamento de los heridos.