XII del T.O.
4º del salterio
Gén 17,1.9-10.15-
22/Sa1127/Mt
8,1-4
S. Pelayo, m.l.
David de Tesalónica;
Antelmo de Chignin;
Josemaría Escrivá de
Balaguer; José María
Robles Hurtado
PALABRA:
Mateo 8,1-4
En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo sigue mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio». Y en seguida quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés».
La confianza del leproso
Aquel leproso nos representa a todos, porque todos somos leprosos. Todos sentimos las manchas del mal sobre la piel tensa de nuestras vidas. Todos necesitamos ser curados, atendidos, queridos e incorporados a la comunidad humana. Impresiona la confianza de aquel leproso y su oración sencilla, humilde y confiada: «Señbr, si quieres, puedes limpiarme». La primera virtud de la oración ha de ser la confianza. Creer en Jesús es confiar en Él, reconocerle como el Mesías, el Hijo de Dios. Y mostrarle esa confianza, en la seguridad de que nos hará el bien. La lepra simboliza la exclusión humana, el rechazo de los demás, la soledad personal, el aislamiento. Jesús nos abre las puertas de su corazón y nos integra en la comunidad, limpios, con la dignidad recobrada, alegres y dispuestos a caminar con ilusión.
Tu corazón se abría como una playa humilde, sin diques fabricados, y en la arena sumisa de tu carne el mar de Dios entraba enteramente. Así nosotros, Señor, queremos adentramos en Ti, para quedar limpios de nuestras lepras.