miércoles, 5 de julio de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MARTES 04/07/2017


Martes 04 Julio
XIII del TO.
1º del salterio
Gén 27,1-5.15-29
/Sal 134 /Mt

9,14-17




Sta. Isabel de
Portugal, m.l.
Laureano; Valentín 
Berriochoa; Ageo; 
Oseas; Udalrico; Bto. 
Pier Giorgio Frassati



PALABRA:
Mateo 9,14-17
En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque revientan los odres; se derrama el vino, y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan».

Huir de un cristianismo «aguafiestas»
Esta página del evangelio desprende un aroma de fiesta y de alegría. Acaso muchas veces ha primado la idea de un cristianismo «aguafiestas», cargado de seriedades y de lutos, que no tienen sentido. Las caras serias, los tonos sombríos, esa sensación de que hay que sufrir humanamente para gozar divinamente. Las privaciones deben tener sentido, porque si no caerían en el absurdo. Jesucristo nos habla de una alegría compartida, de un gozo que nos brota de caminar por la vida con una infinita esperanza. Sencillamente, porque no estamos solos, porque el Maestro nos lleva de la mano, porque su Palabra nos guía, porque su gracia nos sostiene. La presencia de Cristo en medio de nosotros ha de ser, debe ser una presencia de vida, de sonrisa abierta al presente y al futuro.



Señor, haznos alegres por dentro y por fuera; que nuestra mano abierta a los demás vaya siempre acompañada de una sonrisa que se abre a horizontes luminosos, a futuros de felicidad.












martes, 4 de julio de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL LUNES 03/07/2017


Lunes 03 Julio
Oficio de la f
Ef 2,19-2 2 / Sa1 116 
/In 20,24-29





Sto. Tomás, f.
León II; Eutiquiano; 
Jacinto; Menelao


PALABRA:
Juan 20,24-29
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó. «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».


Los buscadores de Dios
Hoy se habla mucho de los «buscadores de Dios», todos aquellos que abren sus conciencias libres a los grandes interrogantes: «¿quién soy?», «de dónde vengo?», «¿adónde voy?». Son personas que se alejan de los afanes y prisas de cada día para reflexionar en los claustros de un monasterio, o los que se van a una residencia de ancianos, o los que visitan un centro de gente abandonada y excluida. Son, sencillamente, «buscadores de Dios». Tomás vio y tocó las llagas del dolor y de la muerte. Palpó las cicatrices del sufrimiento. Tomás se dio de cara con la fe: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús nos sigue diciendo hoy: «Dichosos los que creen sin haber visto». Sigamos buscándole. Le encontraremos donde hay una lágrima que enjugar, un dolor que aliviar, un sufrimiento que compartir. «Con vosotros estoy —nos dirá el Señor— y no acabáis de reconocerme. Soy yo. Ved las llagas de mis manos y de mi costado».


Señor, todos queremos verte, tocarte, palparte, hablar contigo, escuchar tu Palabra de vida eterna. Lástima que no sepamos descubrirte en tantos hermanos nuestros, en tantas voces amigas, en tantas manos abiertas de par en par para recibirnos.


            





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