Jueves 06 Julio
XIV del T.O.
2° del salterio
Gén 28,10-22a /Sal
90 / Mt 9,18-26
Sta. María
Goretti, m.I.
Nª Sra. de Sonsoles;
Isaías; Bta. Nazaria
Ignacia March
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá». Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría. Jesús se volvió y, al verla, le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado». Y en aquel momento quedó curada la mujer. Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: «¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida». Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.
Curar, convivir, enseñar
En este pasaje contemplamos la actividad que Jesús realiza en su vida pública: curar, convivir, enseñar. Curar a personas enfermas, recibirlas, acogerlas, ofrecerles solución a su problema concreto. Convivir con todo el Mundo, en muchas ocasiones asistiendo a comidas en casas particulares, porque la convivencia supone compartir vida, inquietudes, preocupaciones, anhelos, horizontes. Y enseñar, ir trazando caminos, ofreciendo criterios, transmitiendo valores. Podemos ver claramente cómo el centro de la actividad de Jesús fue el ser humano: con sus preocupaciones, sus problemas, sus inquietudes.
«Abriré el corazón rotundamente, igual que una granada. Para que se lo lleven, grano a grano, los pájaros del cielo, las almas de los hombres». Abrir el corazón es ofrecer la vida y entregarla por entero al servicio de nuestro prójimo.