S. Enrique, mi.
Clelia Barbieri; Joel;
Silas; Mildred; Sara;
Btos. Luis Martín y
Celia Guérin
XV del T.O.
3° del salterio
Éx 1,8-14.22
/Sal 723 / Mt
10,34-11,1
Mateo 10,34-11,1
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, solo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro».
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.
Construir la familia ideal
La primera consideración ha de centrarse en comprender cómo era la familia judía en tiempos de Jesús. Era una «familia patriarcal», en la que el padre y patriarca tenía todos los derechos, mientras que la mujer y los hijos no tenían más que obligaciones, la sumisión total. Así podemos comprender mejor el planteamiento que hace Jesús: la estructura familiar no puede ser una estructura opresora, en la que no hay libertad para decidir; tampoco puede ser una estructura en la que prime la «desigualdad» en los derechos. Sería la primera parte del texto. En su segunda parte, Jesús nos pide la lealtad por encima de todo, incluso por encima de los vínculos familiares que, normalmente, son los que más atan. Jesús nos pide el riesgo, la entrega generosa, la donación total.