sábado, 15 de julio de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL VIERNES 14/07/2017



Viernes 14 Julio
XV del T.O.
3° del salterio
Éx 2,1-15a / Sa168 /
Mt 11,20-24




S. Camila de
Lelis, m. 
Francisco Solano;
Adela


PALABRA:
Mateo 11,20-24
En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti».


¡Cómo duele el rechazo de Jesús!
¡Cómo duele a los primeros cristianos el rechazo de Jesús! De ahí, este texto que admite diversas interpretaciones. A nosotros debe servirnos para estar siempre dispuestos a la acogida del Señor. Uno de los grandes problemas puede ser el de los «corazones endurecidos». En ocasiones, podemos ser creyentes que han perdido la sensibilidad; cristianos que oyen pero no escuchan; que reciben dones y gracias pero que no reaccionan porque se les ha endurecido su corazón. Jesús nos preguntará también qué hicimos con sus dones, con sus gracias, qué hicimos con nuestras responsabilidades en bien del prójimo. El problema será nuestra respuesta y, sobre todo, esos «pecados de omisión» que tanta repercusión tienen en los demás. Serán muchos los que un día pueden reclamar las obligaciones y deberes que dejamos sin hacer.



La solidaridad no es solo un sentimiento o un festival o un cartel en el comedor. Hay que dar y darse: Sobre todo, cuando alguien pide con derecho nuestra ayuda, nuestro quehacer, nuestra obligación.

                                                                                                                                                                                                                                                  







viernes, 14 de julio de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL JUEVES 13/97/2017




S. Enrique, mi.
Clelia Barbieri; Joel;
Silas; Mildred; Sara;
Btos. Luis Martín y
Celia Guérin






XV del T.O.
3° del salterio 
Éx 1,8-14.22 
/Sal 723 / Mt 
10,34-11,1

PALABRA:
Mateo 10,34-11,1
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, solo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro». 
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.

Construir la familia ideal
La primera consideración ha de centrarse en comprender cómo era la familia judía en tiempos de Jesús. Era una «familia patriarcal», en la que el padre y patriarca tenía todos los derechos, mientras que la mujer y los hijos no tenían más que obligaciones, la sumisión total. Así podemos comprender mejor el planteamiento que hace Jesús: la estructura familiar no puede ser una estructura opresora, en la que no hay libertad para decidir; tampoco puede ser una estructura en la que prime la «desigualdad» en los derechos. Sería la primera parte del texto. En su segunda parte, Jesús nos pide la lealtad por encima de todo, incluso por encima de los vínculos familiares que, normalmente, son los que más atan. Jesús nos pide el riesgo, la entrega generosa, la donación total.





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