Martes 18 Julio
XV del T.O.
3° del salterio
ex 12,37-42/Sal
135 / Mt 12,14-21
Ciriaco y Paula;
Bruno; Leoncio;
Nemesio
Mateo 12,14-21
En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi ado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu ara que anuncie el derecho a las naciones. No porfi á, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones».
La salvación, desde el amor
De nuevo, el contraste entre los fariseos y Jesús, entre la religión de los fariseos y la misión de Jesús. Mateo nos ofrece la cita del profeta Isaías, porque ve en ella un resumen ajustado de lo que fue la vida del Señor: «anunciar el derecho a las naciones», es decir, la realización del derecho, o lo que es lo mismo, la salvación para todos, no solo para los elegidos, sino para todas las naciones. La implantación del derecho y de la justicia no se hará con la dureza de las prohibiciones y observancias, sino desde el amor, desde el don de sí mismo. Jesús ofrece la salvación, invita a elegir sus caminos, mientras derrama las curaciones de los enfermos y atiende a todos con la entrega total de su persona.
Este reino y esta salvación —palabras claves en la evangelización de Jesucristo— pueden ser recibidos por todo hombre, como gracia y misericordia, pero a la vez cada uno debe conquistarlo con la fuerza, «el reino de los cielos está en tensión y los esforzados lo arrebatarán, dice el Señor, con la fatiga y el sufrimiento.