martes, 25 de julio de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL LUNES 24/07/2017




Lunes 24 Julio 
XVI del T.O.
4° del salterio
Éx 20,1-17 /Sal 18/ 
Mt 13,18-23






S. Sarbelio 
Makhluf, m.l. 
Cristina; Cunegunda; 
Sisenando; Bta.
Mª del Pilar de S. 
Francisco de Borja


PALABRA:
Mateo 13,18-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se quéda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno».


Un saco, diez sacos, cien sacos
Jesús explica a sus apóstoles esta parábola. Es extraño, porque las parábolas se comentan por sí solas. No quiero comentar los primeros casos, que se pueden entender mejor, sino el último. En efecto, la semilla es buena y es la misma la que se siembra, pero el fruto depende de muchas cosas. Depende de la calidad de la tierra. Todos conocemos cristianos generosos y cristianos reservados, cristianos ilusionados y otros retraídos, cristianos emprendedores y otros que van a remolque. Depende también de las lluvias. La sequía se puede manifestar en largos períodos de una oración débil y debilitada, en problemas que secan la fuente de la ilusión y del optimismo. La sequía se puede manifestar en largos períodos de rutinas y de cansancios añadidos. Depende también la cosecha de la mano del labrador, de su sabiduría para abonar y escardar a tiempo. Jesús nos advierte que el fruto varía: en unos casos producirá ciento, en otros sesenta, en otros treinta por uno. No podemos despreciar al que produce menos, porque nadie es dueño de su futuro y nadie tiene las mismas fuerzas para afrontar la vida. Lo importante es que demos fruto. Lo importante es.que ese fruto lo pongamos para el bien y el servicio de la comunidad. El que tenga oídos, que oiga.












lunes, 24 de julio de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL DOMINGO 23/07/2017






Domingo 23 Julio
Oficio de la t
Gal 2,19-22 /Sal 33
/ In 15,1-8







Sta. Brigida de
Suecia, f.
Bernardo, Gracia
y María de Alcira;
Juan Casiano; Juana
de Orvieto; Bta.
Margarita Mª Lopez

PALABRA:
Juan 15,1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mio que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que de mas fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mi, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por si, si no permanece en la \vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mi. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mi y yo en el, ese da fruto abundante; porque sin mi no podéis hacer nada. Al que no permanece en mi lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mi, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».


El cristianismo es fruto
Jesús nos habla del «fruto» que han de ofrecer sus discípulos y establece como condición primordial la «unión con El», al igual que el sarmiento ha de estar unido a la vid para que broten los racimos. Tres mensajes urgentes para nuestra vida: primero, Jesús da una gran importancia al «fruto», hasta el punto de que si no hay «fruto» no hay cristianismo; segundo, se nos invita a «permanecer en El» y, por tanto, a un trato de amistad, de relación íntima e intensa; tercero, los frutos del reino son claros: la verdad, el amor, la justicia, la libertad, la armonía, la paz... Para dar «fruto» se nos exige entrega, tanto como al grano de trigo que cae en tierra, que ha de fracasar y morir en la besana, para que pueda brotar después la espiga.



Visitar, conversar, convidar, es una manera eficacísima de evangelizar, la cordialidad es un verdadero sacramento. Por eso, el primero de nuestros frutos sera el acompañamiento de cuantos sufren y necesitan cobijo, alimento y medicinas.


               





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