Sábado 29 Julio
XVII del T.O.
lº del salterio
EX 34,29-35 /Sal
98 /Mt 13,44-46
(o bien 1Jn
4,7-16 / Sal 33 /In
77,19-27)
Sta. Marta, m.o.
María; Olav II;
Urbano II; Adán;
Beatriz
PALABRA:
Mateo 13,44-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».
Jesús nos ofrece dos pequeñas parábolas: la del tesoro escondido en el campo y la del comerciante de perlas finas. Y una gran lección: muchas veces nos movemos en el terreno de las «creencias» o incluso de lo que pudiéramos llamar el «costumbrismo religioso», pero sin grandes compromisos y, sin embargo, no llegamos a las «convicciones personales», que son las que determinan nuestras decisiones y nuestros hábitos de vida. No es lo mismo creer en el Evangelio, porque es algo que lo aceptamos sin más, que hacer de esa «creencia» una profunda «convicción» que nos transforma la vida. El evangelio pasa a ser para nosotros un «tesoro» que estamos dispuestos a comprar aunque tengamos que desprendernos de otros bienes; pasa a ser para nosotros «una perla fina», de gran valor. Toda la vida la vemos a través de las enseñanzas evangélicas.
Señor, quiero que tu Evangelio sea para mí algo más que una lectura reposada. Quiero que sea un manantial de mensajes que pasan, de mis ojos a mi corazón, y de mi corazón a mi vida.