XVII del T.O.
lº del salterio
Lev 23,1.4-11:15-
16.27 34b-37 / Sal
80 / Mt 13,54-58
S. Ignacio de
Loyola, m.o.
Fabio; Germán
de Auxerre; Juan
Colombini
Mateo 13,54-58
En aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada: «¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?». Y aquello les resultaba escandaloso. Jesús les dijo: «Solo en su tierra y en su' casa desprecian a un profeta». Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.
La admiración de la sencillez
Jesús comienza a causar sensación: «¿de donde le viene la sabiduría?», se preguntan sus paisanos. Poco a poco, Jesús va desgranando lo que bien pudiéramos llamar «la sabiduría de los sencillos», es decir, aquella hermosa visión de una vida que tiene un inmenso valor para todos. ¿Por qué algunos van a quedar excluidos? ¿Por qué la salvación no les va a llegara todos? La «fuerza del Espíritu» se va abriendo paso. Y así, los últimos comienzan a ser los primeros, más considerados, mejor atendidos. A pesar de todo, no acaban de fiarse y la «desconfianza» cundía entre ellos.
Señor, será la unión contigo, la fuerza de la gracia, tu ayuda constante junto a nosotros, la que nos haga avanzar constantemente. En nuestras manos está el abrirnos a esa gracia y acogerla con toda ilusión y esperanza.