Viernes 04 Agosto
XVIII del T.O.
2° del salterio
Núm 12,1-13/
Sal / Mt 14,22-36
2° del salterio
Núm 12,1-13/
Sal / Mt 14,22-36
S. Juan María
Vianney, m.o.
Eleuterio; la; Rubén;
Tertuliano; Bto.
Gundisalvo Gonzalo
PALABRA:
Mateo 14,22-36
Después que la gente se hubo saciado, Jesús
apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran
a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después
de despedir a la gente, subió al monte a solas para
orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto,
la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era
contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua.
Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se
asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el
agua». Él le dijo: «Ven». Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre
el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento,
le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame». Enseguida
Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué
has dudado?». En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de
la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de
Dios». Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los
hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia
por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le
pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos la. tocaron quedaron
curados.
La oración más breve del Evangelio
Acaso en este pasaje encontremos la oración más breve y profunda del
Evangelio. Sale de labios del apóstol Pedro, cuando llega el agobio y
el peligro, dando siente que sus pies se hunden en el agua: «Señor,
sálvame». Solo dos palabras: Dios y yo; Cristo y cada uno de
nosotros. Vemos al Maestro, alejándose para hacer oración, y después, participando en los
afanes de sus apóstoles, a los que obliga prácticamente a subir a la barca. Quizás la
gran enseñanza de esta escena sea la de aprender a rezar, a dirigirnos a Dios,
con pocas palabras que nos salgan del alma. La oración puede ser un grito, un
clamor o un susurro. Pedro grita de miedo y el Maestro le echa en cara su
falta de fe. Orar es poner a punto nuestra fe para no hundirnos en los
procelosos mares de la vida.