S. Sixto y comp. /
S. Cayetano, m.I.
Alberto de Trápani;
Jordán Forzaté
Mateo 16,24-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto llegar al Hijo del hombre con majestad».
Con sencillez, con profundidad, Jesús plantea uno de los grandes temas: el del seguimiento de su vida y de sus caminos. Primero, la libertad: «el que quiera venirse conmigo...»; segundo, «hay que cargar con la cruz», será un seguimiento duro, hasta la muerte; tercero, una infinita esperanza por el gran premio, más allá de las posesiones y honores humanos. Y nos lanza.esa pregunta que sirvió de argumento a san Ignacio de Loyola, en sus diálogos con san Francisco Javier: «¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?». Jesús nos traza su camino que tiene un estilo especial: la entrega a su Persona, el amor a Dios y al prójimo, el dolor que conlleva la defensa de los valores divinos y humanos: la defensa de la verdad, la implantación de la justicia, la solución de los problemas para que brote la paz verdadera.
Jesús fue definido como un ser para el Otro, un ser para los demás. La comunión, la comunicación, la apertura lo definen por sí mismo. Comunión con el Padre, comunión con los hermanos y hermanas. En la oración, en la misericordia, en el perdón, en la denuncia de toda marginación o privilegio.