Sábado 12 Agosto
XIX del TO.
3º del salterio
Dt 34,1-12 /5a165/
Mt 18,15-20
Sta. Juana
Francisca de
Chantal, m.l
Bto. Inocencio XI;
Bto. Isidoro Bakanja;
Bta. Victoria Díez
Mateo 18,15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
Corregir es perdonarse mutuamente
Jesús plantea el perdón desde la relación fraterna de unos con otros. No se trata de «ir echando broncas a los demás, reprendiendo y corrigiendo», sino de «ir con los brazos abiertos de par en par para perdonarse siempre unos a otros». Tampoco se trata solamente de confesar nuestro pecado para reconciliarnos con Dios, tras la ofensa al prójimo, sin mover un dedo para acercarnos a ese prójimo de nuevo, o para recibirle y abrirle cuando llame a la puerta de nuestro corazón. La Iglesia tiene que ser una comunidad sana, que vive en armonía, y en la que no tiene sentido el enfrentamiento, la ofensa, la descalificación, la división. Somos una familia, nos sentamos a la misma mesa, compartimos el mismo pan, junto a la presencia del Señor, que extiende sus brazos a todos.
«¿Es tu Dios una excusa para dividir ala gente: los míos y los demás?», se preguntaba en sus versos el poeta. Gran error. Dios une siempre, abraza siempre. El abrazo de Dios engendra en nosotros nuevos abrazos.