Domingo 27 Agosto
XXI del T.O.
1° del salterio
1Tes 3,7-13 /Sal 89
/ Mt 24,42-51
Sta. Mónica, m.o.
Cesáreo de Arles;
Gabriel Ma Nicolás;
Orondo; Bta. Ma
Pilar Izquierdo
Mateo 24,42-51
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, le encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».
Caminamos con Jesús
«Estar en vela» no significa vivir en soledad, sino caminar con Jesús. No podemos plantear la vida como un destierro, sin más, sino como una hermosa singladura de esperanza. Es posible que no nos encontremos «caminos maravillosos», pero puede ser verdad —de nosotros depende y en nuestra mano está—, que nosotros seamos «caminantes maravillados». Este pasaje no es para temblar sino para sentir la emoción del encuentro: el cristianismo no es una idea ni una ideología, nos dejó dicho Benedicto XVI, sino un acontecimiento, un encuentro constante con el Señor Jesús, atentos siempre a su paso, a sus llamadas e invitaciones. «Caminar con Jesús» nos cambia la vida por completo.
Como Mónica, la madre de.Agustín de Hipona, nosotros queremos poner en nuestras mejillas lágrimas de dolor por las ausencias de nuestros hijos, por los abandonos de nuestros compromisos, por tantas infidelidades injustas como protagonizamos. Las lágrimas de las madres conmueven especialmente el corazón de Dios.