sábado, 2 de septiembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL VIERNES 01/09/2017





Viernes 01 Septiembre
XXII del T.0.
2° del salterio
1Tes 5,1-6.9-11 /
Sal 26 / Lc 4,31-37





Na Sra. del Puig;
Na Sra. de la Cinta;
Gil; Josué; Simeón
Estilita el Viejo

PALABRA:
Lucas 4,31-37
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús le intimó: «¡Cierra la boca y sal!». El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño. Todos comentaban estupefactos: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen». Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca.


La fascinación de Jesús
Destaca en la escena la fascinación de la gente por Jesús. ¿De dónde brotaba esa fascinación? Primero, de su verdad, de la presentación que hacía de su misión, de la fidelidad que mostraba en la comunicación de la Buena Noticia, pero, sobre todo, de su cercanía a la gente, del poder de su palabra para imponerse a las fuerzas del mal. Jesucristo «no va a lo suyo», va directamente al corazón de cada persona. No se queda en el anuncio sino que desciende a su realización. ¿Qué fascina de Jesús? Su mirada que penetra con dulzura y firmeza; sus manos que estrechan otras manos. Jesús es todo: manos, pies, ojos para nosotros; nos acaricia, nos busca, nos mira, nos invita a seguirle, cura las heridas sangrantes de nuestra vida.



Señor, queremos sentirte a nuestro lado, queremos escuchar tu voz, queremos seguir tus pasos... Y saber que nos libras siempre de todo mal.Ramón Nonato; Paulino de Tréveris; Aidano; Abundio; Bto. Pere Tarrés











viernes, 1 de septiembre de 2017

CULTIVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL JUEVES 31/08/2017




Jueves 31 Agosto
XXII dell:O.
2° del salterio
1Tes 4,13-18 /Sal
95 / Lc 4,16-30






Ramón Nonato; 
Paulino de Tréveris; 
Aidano; Abundio; 
Bto. Pere Tarrés

PALABRA:
Lucas 4,16-30
En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: « Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimido para anunciar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el libro, 1o devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojo fijos en él. Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraba de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: «¿No es este el hijo de José?». Y Jesús les dijo: «Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquí en tu tierra 1o que hemos oído que has hecho en Cafarnaún». Y añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos habían en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio». Al oír esto todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un, barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.



No permitas, Señor, que permanezca postrado para siempre en mi fracaso. Levántame y haz que camine de nuevo, que reemprenda el camino de las nuevas ilusiones. Y, sobre todo, que sepa tender mi mano a todos los postrados de la tierra.




             



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