Miércoles 06 Septiembre
3° del salterio
Is 35,4-7a /Sal 145
/Sant 2,1-5 /Mc
7,31-37
Santos
Magno; Zacarías
Isaías 35,4-7a
Decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará». Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco un manantial.
Salmo 145
Alaba, alma mía, al Señor.
Santiago 2,1-5
Hermanos míos: No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo. Por ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís: «Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado». Al pobre, en cambio: «Estáte ahí de pie o siéntate en el suelo». Si hacéis eso, ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos? Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe-y herederos del reino, que prometió a los que lo aman?
Marcos 7,31-37
En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete». Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
«Todo lo ha hecho bien»
Brilla en este pasaje un mensaje de palpitante actualidad: el sordomudo puede ser la metáfora de lo que representa en la vida la incomunicación. Jesús viene para solucionar el gravísimo problema de la «incomunicación humana». No nos escuchamos, no nos entendemos, no nos aceptamos, no nos comprendemos. A pesar de tantas noticias como nos desbordan, de tantos soportes técnicos que cada día parecen superarse con el último grito, el problema de la «incomunicación» y de la «desinformación» sigue angustiándonos. Jesús quiere que nuestros oídos estén abiertos a todas las brisas de los mares, a todas las antenas de la tierra. Y quiere, sobre todo, que sepamos escuchar y saborear las noticias más hermosas, las palabras más bellas, las canciones más cautivadoras. Y también el clamor de las víctimas, de tantas víctimas... ¡No olvidemos la preciosa biografía de Jesús: Todo lo hizo bien!
Señor, abre mis oídos como abriste los de aquel sordo que, además, no podía hablar, primero para que te escuche a Ti, tus palabras de vida eterna, y enseguida para que la voz del prójimo sea siempre estímulo para seguir caminando en la construcción de un mundo mejor.