Jueves 07 Septiembre
XXIII del T.O.
3° del salterio
Col 7,24-2,3 /Sal
61 /Le 6,6-11
Alonso Pacheco;
Juan de Lodi;
Regina
Alonso Pacheco;
Juan de Lodi;
Regina
Lucas 6,6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los letrados y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: «Levántate y ponte ahí en medio». Él se levantó y se quedó en pie. Jesús le dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar uno o dejarlo morir?». Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: «Extiende el brazo». Él lo hizo y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Esta es la pregunta que debe llevarnos a una seria y sincera reflexión: ¿qué era lo más importante para Jesús? ¿En qué consistía su baremo de valores? Está claro que para Jesús, en la vida cotidiana, era más importante la salud de la gente que la observancia de las normas religiosas. Por contraste, también parece claro, que para los fariseo era más importante el fiel cumplimiento de las normas religiosas que la salud y el bienestar de las personas. Ahí tenemos el ejemplo de este pasaje, ante aquel hombre con su brazo paralítico. Jesús le va a curar, ciertamente, pero quiere dejar claro que es la persona, su problema, la solución que pide, lo que debe primar ante observancia que ya no tienen sentido o que carecen de mayor importancia. La observancia, al fin, siempre ha de llevar un trasfondo de bien. De lo contrario, se nos quedaría obsoleta.
Jesús fue novedad irreductible, utópica, trascendente y escatológica, pero diaria también, que valoriza lo que sale de dentro, de un corazón nuevo, y no de lo que brota de la imposición o de la rutina.